Golborne, Allamand…, Bachelet. De ese triunvirato, casi sin duda, saldrá el próximo presidente de esta República. Pero, ¿cómo llegaron ahí? ¿De qué procesos son ellos un signo, un síntoma?

Lo más evidente: ellos están ahí porque las empresas de encuestas los ungieron en sus rituales legitimantes cargadas de razones técnicas, gráficos y lucecitas de colores.

Fue un proceso solemne, construido en varios meses, que los vio levantarse, erguirse como torres de Paulmann dejando atrás a otros aspirantes, hasta verlos pequeños, diminutos, lejanos, con sus negocios de barrio ante el gigante, tiendecitas atendidas por señores de apellidos Orrego, Rincón, Longueira, Velasco, y otros.

Fueron las encuestas de opinión y no una señal luminosa de la diosa democracia, luego del fracaso de la clase política de las municipales,  las que a pesar de los garrafales errores en sus  mediciones, quienes ungen a este trío.

Para ser más precisos, son las empresas de encuestas y sus intereses las que dieron su veredicto y nos dejan un abanico acotado, a nosotros como ciudadanos, y al presidente Piñera, en sus decisiones políticas.

Porque son ellas las que le pasaron ahora la estafeta al gobierno en su ajuste comunicacional y de enroque dramatúrgico: el fracaso de proyecto político que desnudó la municipal, que también pudo haber sido un diagnóstico de conducción política, se demostró hoy como un simple problema de imagen que va de la mano de las encuestas.

(Como es tema de imagen y no de “política”, entonces se piensa que hay que mejorar la llegada comunicacional a los ciudadanos para subir en las encuestas, y además actuar rápido para fortalecer la imagen de sus candidatos para hacerlos subir en las encuestas. La ruedas delante de la carreta en un círculo agotador y repetitivo como los slogans de campaña…)

Pero ¿de dónde sacan este poder las encuestas para decirnos quién nos gobernará y ponerse en un lugar superior a casi cualquier otra institución de la república?  Hace décadas, en Frankfurt, unos obsesos por la técnica y la ideología, sugirieron algunas respuestas de este poder ilegítimo que roba poder a los ciudadanos, y que en nuestro caso, hace que el Presidente Piñera se apure en tomar decisiones.

Según esos viejos mañosos la forma de venta de la técnica, con sus poderosos atributos de objetividad, transparencia, desinterés, es la que imprime sus imágenes a las encuestas elevando su veredicto por sobre la deliberación de los ciudadanos, por sobre la racionalidad pública. Es una fe que supondría que las encuestas reflejarían la verdad ciudadana, tal como la eucaristía revelaría la gracia divina…. Obviamente, esto no es así, y la fe es sólo fe. Y ellas se equivocan una y otra vez, como lo hicieron en las municipales, pero a pesar de eso, siguen nombrando y actuando en nombre de todos.

Originalmente, cuando fueron diseñadas por Gallup a principios del siglo XX, las encuestas iban a ser subsidiarias de la representatividad. Como los gobernantes no podían preguntar en intervalos regulares y cortos la opinión de los ciudadanos sobre temas relevantes de interés nacional o local, la encuesta les permitiría obtener datos para gobernar en consecuencia de acuerdo a la voluntad fiel de la ciudadanía. La pregunta por preferencias electorales, que hoy son la vedette con más siliconas, serían sólo un método de verificación de la efectividad de la encuestas. El carrerismo electoral sería subordindo al tema político.

Pero el tema hoy se ha invertido – es el juego de toda megaideología- volviendo más “importante” a la carrera que a la discusión política.

Prueba de eso es que hoy estamos todos preocupados de estos tres, de sus amores y desencuentros, pero ni idea tenemos de cuáles son sus diferencias de fondo políticas. No sabemos cuál es la diferencia entre ellos.

¿Alguno dijo más Estado o más mercado? ¿Alguno dijo algo en realidad?

Los temas verdaderamente políticos parecen a nadie importarle. ¿Aborto, binominalismo, mar para Bolivia, educación, recuperación del cobre, estatuto del agua, nueva constitución? Nada, niente. Estamos más preocupados de las sonrisas, de la cercanía, y de la empatía de los candidatos cuando éstos se someten a los medios, es decir, lo que realmente miden las encuestas.

Podría decirse que atrás de esta municipal y este cambio gabinete vemos la sombra de ese proceso agotador que vacía una y otra vez de política a la política.

Afortunadamente no es así: Aún hay pachamama latiendo. Atrás de la reina imagen y su amante encuesta,  da la impresión que se construyen nuevas críticas ciudadanas, que adoptan nuevas formas y construyen nuevos mundos. Incluso la abstención masiva puede ser un signo de ese otro proceso que va al choque del poder ilegítimo de las encuestas. Del mismo clan subversivo parecen ser las redes sociales que se pusieron a disposición de Josefa Errázuriz, como también  las claras y límpidas re centralizaciones en “lo político” de un agudo Ossandón desde la derecha o de un indomable Jadue en Tolerancia Cero,  como también puede ser la consecuencia inamovible de una izquierda (la verdadera) que no se somete a pequeños chantajes utilitaristas…todos ellos espacios de dulce y pura política, de esa vieja y enterrada, y que a pesar de eso, aún huele bien y que hace tener esperanza que algún día los gobernantes, nuestros gobernantes, no serán necesariamente unos conspicuos y sonrientes elegidos de la técnica que los marca en la frente con un –obsceno- número tres.