[media-credit id=96 align=»aligncenter» width=»375″][/media-credit] 

Convergences 2015 es un Foro Mundial dedicado a los objetivos del Milenio para el desarrollo, en el que se pretende intercambiar y debatir sobre las soluciones innovadoras de desarrollo sostenible y de lucha contra la pobreza en Europa y el resto del planeta.

Inaugurado el 19 de septiembre en el Palacio Brongniart, sede de la Bolsa de París, se lanzan los encuentros entre especialistas y expertos de todos los horizontes, del ámbito público y privado, pero también de las redes solidarias, del mundo universitario y los medios.

Unos pocos stands de los partenaires de este Foro recibían a los participantes y curiosos, pero generaban una sensación extraña de ser un potencial cliente. Diferentes organismos de crédito y microcrédito, todos con una base de servicio social, pero con un exceso de marketing.

Claro que entre estos organismos de ayuda y colaboración con ONGs y asociaciones también tenían asegurado su espacio los grandes bancos y algunas de las empresas energéticas más contestadas de la república hexagonal.

Muchas mesas de discusión se sucedieron a lo largo de la primera jornada, arrancando con un debate que merece prolongarse y extenderse a todos los espacios de discusión política, económica e incluso filosófica: ¿Cómo conciliar desarrollo económico y gestión durable de los recursos naturales?

Se habló en profundidad de muchos temas: la urbanización de los países en desarrollo; el rol de las empresas en la lucha contra la pobreza; la coherencia de las políticas europeas en favor de los países del Sur; todos los financiamientos, desde los micros hasta los grandes presupuestos; las cooperativas; nuevos desafíos; se evaluó el impacto social del microfinanciamiento; el rol de los bancos y políticas fiscales de los proyectos solidarios.

Una amplitud de temas enorme, pero el foco de esta crónica se plantó en: Foro Mundial del Agua, balance y perspectivas.

El cinismo desArrollador

Evidentemente la discusión sobre el agua, sobre la protección de ese bien precioso, sobre los derechos y la propiedad del agua, dispone posiciones enfrentadas. La postura que podía portar Emmanuel Poilane, director de France Libertés – Fundación Danielle Mitterrand, de activismo a ultranza, de denuncia de los desastres cometidos por las grandes transnacionales energéticas en el mundo y gran sostén de movimientos indígenas y campesinos que luchan por sus derechos en diferentes tribunales internacionales y los intereses defendidos por Pierre Victoria, uno de los directores de Veolia, una de las corporaciones internacionales del agua, estaban muy distanciados.

Resultaba muy difícil poder evaluar juntos la situación de urgencia planetaria que hay con respecto del agua. Cuando Laurent Chabert d’Hières, director de Eau Vive (Agua Viva), se refería a la necesidad de un cambio cultural en los países desarrollados sobre la utilización del agua y la necesidad de la toma de consciencia de los consumidores, el sr. Victoria apuntaba que también era necesario el cambio cultural de “esas personas que confunden su derecho al acceso al agua con meterse en la propiedad privada y robarle el agua a las empresas”.

“¿Qué legitimidad tienen las empresas para sentarse en una mesa de negociación sobre la necesidad de los pueblos de tener agua?” le pregunté a Emmanuel Poilane. “Ninguna, pero son las condiciones actuales” me respondió.

El Foro Mundial del Agua en sí mismo fue motivo de disputas, ya que Martine Vassal, adjunta del alcalde de Marsella defendía la pluralidad de los organizadores (la alcaldía de Marsella, Veolia y Eau Vive; entre otros) y lamentaba la ausencia de algunos actores importantes que prefirieron hacer un foro alternativo en la misma ciudad, para mostrar su desacuerdo con el foro oficial, que acusaban de convertirse en un lobby de las corporaciones.

El cinismo se hizo presente para denostar a “esos intransigentes” que no son capaces de darse cuenta que “las prioridades de los funcionarios es brindar a sus ciudadanos el mejor agua posible al menor precio del mercado”. Un modelo de desarrollismo perpetuo, que en realidad sólo permite desarrollar un negocio incalculable para algunas empresas y les deja el verbo arrollar a los países del sur. Que son arrollados en su soberanía y en su cultura. Que padecen el progreso de unos pocos a costa de unos muchos.

“El progreso y el desarrollo han sido vaciados de sentido, ya no son motores de igualdad. Al menos no de forma aséptica, el progreso tiene costos y hoy esos costos comienzan a debatirse” comentaba uno de los espectadores del debate.