El gobierno israelí ha movido 400.000 Judios ortodoxos a Cisjordania. Los colonos no van solamente por razones económicas, sino que también converge el nacionalismo y una vez que están allí tienen una alta tasa de natalidad. Ha sido una política cuidadosamente implementada.

Hirsch preguntó a Chomsky: «¿Cree usted que EE.UU. va a cambiar su política hacia Israel?»

Sucedió antes con Sudáfrica, dijo Chomsky. Mucha gente crea analogías entre Sudáfrica e Israel que no tienen sentido, pero hay una analogía que es pertinente. Sabemos por documentos desclasificados que en 1960 el ministro sudafricano de Relaciones Exteriores tuvo una interesante conversación con el embajador norteamericano en la que explicó que Sudáfrica no estaba preocupada por la presión internacional y una votación en la ONU contra el sistema del apartheid en Sudáfrica, siempre y cuando contara con el apoyo de EE.UU. El embajador de Estados Unidos estuvo de acuerdo, y eso funcionó durante 40 años, hasta que Estados Unidos cambió su posición, alrededor de 1990. Washington cambió principalmente por dos razones: en primer lugar, la comunidad de negocios de aquí y la de Sudáfrica, ambas llegaron a darse cuenta de que estarían mejor si pudieran deshacerse del apartheid, pero manteniendo el mismo sistema socio-económico, y la segunda razón, de la que no a mucha gente le gusta hablar, fue Cuba. Cuba jugó un papel muy importante en la liberación de Sudáfrica del apartheid.

En el caso de Israel y Palestina, preguntó Hirsch, debería haber un país o dos?

Ese no es el problema, respondió Chomsky: no importa, ya que se puede describir una manera de llegar allí en etapas. Se podría empezar por la creación de dos estados y luego construir las relaciones comerciales, relaciones culturales, y entonces será claro para todos que un estado es más interesante. Pero la cosa no termina ahí: un Estado no es el final de la historia. Como solución, que no haya ningún estado es la única esperanza para los refugiados, o sea, eliminar los límites.

Eso estaría no muy lejos de como era en el Imperio Otomano, que era tan corrupto que no tenía la energía para interferir en las vidas de las personas. Se podía ir desde El Cairo a Bagdad y de ahí a Estambul, cruzar la frontera a Beirut y Jerusalén. Los griegos podrían dirigir sus asuntos, los armenios podían dirigir sus asuntos. Esa fue una situación interesante, dejando de lado la violencia y la corrupción.

Hirsch cambió la conversión a América del Sur haciendo una gran gira por Bolivia, Venezuela, Ecuador, Argentina y, por supuesto, Chile, con su movimiento estudiantil, las protestas sobre el proyecto hidroeléctrico en la Patagonia y la destrucción de las políticas sociales y económicas de Pinochet que aún están vigentes. Chile aún tiene, por ejemplo, uno de los sistemas educativos más caros por PIB en el mundo. El Estado chileno gana mil millones de dólares con los préstamos estudiantiles. Noam concluyó la conversación declarando que América del Sur es el lugar más interesante del mundo en estos momentos.