Pero el profesor Andrew Ross, de sociología en la New York University,
incita de algún modo a ese sacrilegio desde que en octubre dio una charla en el ámbito del movimiento Ocupa Wall Street titulada ¿Es la deuda universitaria un contrato? Ross detalló la
gravedad de la deuda universitaria estadounidense puesto que supera el billón de dólares, los
cálculos denotan que uno de cada cinco estudiantes será perseguido por impago –ya en 2005 se
les prohibió declararse en quiebra, como a cualquier otro-. Así quedó claro que los préstamos a
estudiantes es un negocio suculento para las financieras, lo que se convierte en una trampa mortal
para los jóvenes en tiempos de crisis, situación que incitó a los estudiantes a hacer algo. Al menos
manifestarse y delatar el problema.

Así ‘los indignados estadounidenses’ aspiran a reunir un millón de firmas de universitarios
predispuestos a no pagar su deuda hasta que se cumplan unas demandas concretas, tales como:
desde devolver la gratuidad (real) a las universidades públicas, a que se desvele la contabilidad de
las privadas y la eliminación de los intereses en los créditos a estudiantes. Algo como mínimo justo.
Roos explica que en este país «Negarte a pagar una deuda, por voluntad propia y no sólo por falta
de fondos, es controvertido, porque tiene una fuerte implicación moral y consecuencias prácticas, así
que sabemos que será una carrera de fondo»; quien además, considera injusto que su sueldo esté
vinculado al endeudamiento de los estudiantes.

Desde que se lanzó esta campaña hace un mes, apenas 3.000 personas han firmado la petición.
Lejos del millón por lo visto, lo cual indica el tremendo desafío que implica. Pero en el movimiento
Ocupa Wall Street se muestran satisfechos y deciden reforzarla este febrero. Ya se ha conseguido
que el problema de la deuda estudiantil, antes callado, sea parte del debate político, llegue a la
prensa y sitúe a los estadounidenses a hacerse preguntas: como, porqué hoy, un estudiante puede
ser perseguido por impago el resto de su, pero en el privilegiado mundo de las finanzas empresas y
empresarios ellos pueden escapar a sus deudas sin problemas». Insólito. Hoy se calcula que quien
se licencie con este régimen, quedará con unos 35.000 dólares de deuda. Una hipoteca más.

Es sin duda es una propuesta radical para un país en el que los ciudadanos conciben como algo
natural que acceder a estudios superiores es sinónimo de endeudarse. Una licenciatura universitaria
costaba en 2010 una media de 25.000 dólares y aun en la universidad pública, nadie se libra de
pagar. Hasta los años setenta las matrículas en centros públicos de Nueva York y California eran
gratuitas, pero poco a poco se implantaron tasas -como ha ocurrido en Europa y otros países
(recuérdese la tremenda huela estudiantil en Chile por análogos motivos- y hoy al estudiar ahí se
puede llegar a acumular deudas de hasta 30.000 dólares, según The Institute for College Access &
Success. Es decir, el coste de las matrículas se ha incrementado en un 900% en los últimos 30 años
y desde 1999 las cifras de la deuda estudiantil también se han disparado en un 511%, hasta alcanzar
en 2010 el billón de dólares, que al comparar, da escalofríos, porque es una cifra superior a lo que
los ciudadanos estadounidenses le deben a las tarjetas de crédito, unos 50.000 millones de dólares.

Además, con el mayor índice de desempleo de jóvenes licenciados de la historia de EE UU (un 9,1%)
la devolución de esa deuda se ha convertido en un quebradero de cabeza mayúsculo, no solo para
ellos sino para el Gobierno, pues la capacidad de consumo de los jóvenes, (que es dos tercios de la
economía se apoya en el consumo privado) se reduce exponencialmente. O sea un destartalamiento
general. De allí la atención al fenómeno pues sin el conjunto estudiantil se declara en rebeldía, las
consecuencias son imprevisibles.

Desde que se lanzó la campaña se han multiplicado las voces de alarma. La ministra de Educación
urgía hace poco a los rectores universitarios a que «sean creativos» y piensen urgentemente «en
fórmulas para reducir los costes y las deudas de los estudiantes», y el mismo presidente se ha
reunido con algunos de ellos con el mismo objetivo. ¿Es que no saben como hacerlo? ¿Es que
es tan difícil advertir que es una prioridad a las políticas de estado facilitar la educación y la salud
públicas? Así les irá.

Quienes no son afortunados de ser el número uno en deportes o en matemáticas en los colegios
secundarios – donde se premia con becas a los destacados y a las minorías étnicas, pero se dejan
fuera a todos los demás, a la clase media- solamente pueden estudiar si piden un crédito y, por
tanto, se gradúan con deudas que crecen y se multiplican a medida que pasan los años y les llueven
los intereses o las penalizaciones por no pagar a tiempo. Y nos explican que la cosa empeora
si se aspira a seguir estudiando tras licenciarse, con estudios post grado, puesto que si se lleva
años pagando una deuda y se decide pedir otro préstamo para financiarse un doctorado por ej.,la
cosa puede costar la friolera de 30.000 dólares al año (no en total) y además, el estudiante ha de
considerar que con el préstamo se pagas la matrícula pero para el resto que lleva simplemente vivir
se tiene que trabajar y ¿cómo se hace eso y se puede con todo?

Al no quedar tiempo para estudiar el doctorado se alarga eternamente y las deudas también.
Es una trampa, y una burla, que solo atrapa a los que no son ricos. En el llamado ‘país de las
oportunidades’ (¡de endeudarse!) además esta el tiempo requerido para escribir la tesis. Es clarísimo
para este estudiantado que si solo la gente con dinero tiene el privilegio de acceder a lo más alto
de la educación universitaria, el esquema aplicado por el sistema está equivocado. ¿No nos habían
vendido que el sueño americano es que **todos** podíamos aspirar a nuestros sueños? Pro la realidad
es que el sistema educativo norteamericano es brutalmente clasista, dicen los afectados.

Un observador ilustrado vería que este mercantilismo crudo y duro ha olvidado el humanismo con
el que surgió de la mano en su día y que hoy, si no lleva las cosas en conjunto, su ceguera, será su
también su lápida.