Una parte importante de las últimas dos décadas de mi vida las dediqué a vivir y trabajar en el Alto Biobio, muchas veces como parte del Grupo de Acción por el Biobio (GABB), organización de la cual por varios años fui vicepresidente.

No pretendo defender los méritos y logros de este grupo, ciertamente
la recomendación vendría de muy cerca, ni menos justificar sus errores
tácticos y estratégicos, que sin duda, como todo grupo involucrado en
las luchas sociales tuvo, agravados además por las contradicciones y
el elitismo del que muchas veces pecan las ONGs chilenas .

Lo que si pretendo es poner las cosas en su lugar, o más bien intentar
proponer otro lugar, desde el cual podamos comenzar a evaluar de una
manera más ecuánime y justa – mutuamente justa – que permita respetar
nuestra diversidad étnica, cultural, política y económica (o de clases
si se quiere) y no limitarnos a hacernos bullying por twitter, correos
electrónicos o páginas web.

Fuimos miles de miles los chilenos, mapuche y pehuenche (por no hablar
de los muchos extranjeros que, entre otras cosas, fueron los primeros
en denunciar públicamente el proyecto de megacentrales) que nos
conmocionamos profundamente y actuamos en consecuencia. Por años nos
sacamos la cresta luchando por ese patrimonio ecológico y humano
a donde aún hoy vive el pueblo mapuche-pehuenche y en cuyas cercanías
me quedé a vivir.

Sé con certeza que a muchos esa lucha nos cambió la vida. No sin dolor
por cierto, ya que terminaron no sólo construyendo Pangue y Ralco,
sino recientemente la represa Angostura, que ha pasado piola, como si
nada hubiese allí sucedido. No paramos las represas, es verdad y no
sólo cementerios, sino insondables cantidades de dignidad e historia
permanecen bajo las aguas de los embalses y de la infamia.

Pero tengo también creo, como muchos, en la certeza de que la lucha del
Alto Biobio creó precedentes claves para la lucha ambiental y política
de este país. El impulso que dio a la concientización ambiental de
Chile es innegable y sin esa lucha ciertamente no se habría provocado
la inconclusa revuelta de Hidroaysen.

Y permíteme sacar algo a colación, aunque no sea yo mapuche. El
impulso dado al nuevo capítulo en la larguísima lucha del pueblo
mapuche creo también es otro legado de lo que hicimos. Y eso va desde
haber puesto a prueba y comprendido, a golpes, las limitaciones del
sistema profundamente racista que impera en los tribunales y oficinas
gubernamentales de este país, hasta incorporar activamente a miles de
chilenos en una lucha conjunta con nuestros hermanos
mapuche – experiencia muy pocas veces vista en la historia de este país
que nos toca compartir.

Quizás pasó por allí alguno preocupado de defender el amenazado
paisaje sólo para continuar con sus paseos en balsa, algo legitimo por
cierto, pero generalizar esa intención es desconocer el espíritu, el
esfuerzo y las intenciones de la gran mayoría de los que estuvimos
allí. Además se parece mucho a los argumentos que en su momento
difundía la empresa interesada en construir las centrales y
desprestigiar al movimiento de oposición y resistencia, la misma por
supuesto que ahora intenta asentar su desgracia en la Patagonia.

Respecto al tema económico, es cierto que muchas veces millonarias
sumas se gastan en campañas dirigidas por pequeños grupos, que además
cobran por hacerlo, aunque sean generalmente cifras modestas. Esas
cifras, en un país con la precariedad económica y la vergonzosa
desigualdad social que tenemos, aparecen ciertamente inapropiadas.

Pero es labor del movimiento social poner las prioridades y
condiciones para el involucramiento de las ONGs en las luchas sociales
y, porqué no decirlo, ponerle también exigencias y condiciones a los
donantes, ya que creo estos también deben ser evaluados y regulados
social y políticamente. Quizás no hemos desarrollado aún esa capacidad
y sea necesario hacerlo. También, y quizás más importante, es que los
movimientos sociales aprendamos a tener mayor capacidad de autogestión
y control colectivo de los recursos que siempre necesitamos conseguir
para la lucha social.

Comparto algunas de las críticas a la campaña de defensa de la
Patagonia. Yo habría puesto mayor énfasis, desde un inicio, en la
movilización social y habría creado un frente con afectados de otros
megaproyectos. Pero mira (permíteme decirlo de esta manera) ¡la
bendita cagada que está quedando con Hidroaysen!

Han ganado, hasta ahora, es verdad. Construyeron Pangue y Ralco y
ahora sabemos que las cartas están marcadas y que hay una gran
probabilidad de que se construyan las megacentrales de Hidroaysen.

Pero yo me llamo y te llamo a ti peñi Cayuqueo y a todos los que
participamos en la lucha del Alto Biobío a dialogar, evaluar y
aprender lecciones de verdad, que nos ayuden en las luchas de hoy. No
sólo para llorar por la leche derramada o sacarnos en cara nuestros
errores, sino para descubrir claridades que nos den energías y
esperanzas para avanzar con paso firme hoy día en las calles o a
hablar con palabras certeras y los oídos despiertos en las escuelas,
universidades, casinos y comedores de Chile, adonde pareciera que de
lo que único que se habla por estos días es de Hidroaysen.

Escuchar sobre todo las voces visionarias y esperanzadoras de aquellos
como la cantante Camila Moreno cuando canta… *“Millones de almas en su
cuenta… millones de represas en la tierra…. ahhhh… Ellos gobernaron el
pasado, la rutina, la energía….¡no gobernarán el futuro!»*

Nos vemos en las salas de redacción, y en las calles.