Mañana se cumple el centésimo cuadragésimo primer cumpleaños de Mahatma Gandhi, es 4ª vez que las Naciones Unidas celebra un Día Internacional de la No Violencia y se cumple un año desde el inicio de la Marcha Mundial por la Paz y la No Violencia en Wellington, Nueva Zelanda.

En estos momentos, hace exactamente un año, quienes participamos en el equipo base de la Marcha Mundial nos despertábamos de un sueño muy raro en el cual cincuenta de nosotros estábamos durmiendo en una habitación sobre unos colchones con pocas mantas para mantenernos calientes, preguntándonos cómo íbamos a sobrevivir hasta el día 93 si comenzábamos el primer día así.

Los próximos tres meses cada uno de los miembros del equipo base que viajamos, sin duda en momentos de tranquilidad y con la ayuda de este libro, recordaremos «¡Vaya! Hace un año acabábamos de hacer aquello increíble en tal país. ¡Parece que hubieran pasado diez años!».

El año pasado la Marcha Mundial hizo una enorme contribución a la concienciación sobre los peligros del armamento nuclear en el periodo previo a la conferencia de revisión del TNP en Nueva York. En este esfuerzo, se sumaron miles de organizaciones de todo el mundo, grandes y pequeñas, demostrando que esta petición no es de una minoría, sino el deseo abrumador de la mayoría de la población mundial.

Por supuesto, los 10 líderes mundiales que controlan las armas nucleares eligieron no escucharnos y la conferencia del TNP fue otra decepción para los grupos anti-nucleares. Sin embargo, nuestra Marcha sí fue un éxito, por el simple hecho de que nos dio la posibilidad de llegar a millones de jóvenes de todo el mundo. Les ayudamos a conectarse con sus ideales.

Ahora, nos encontramos en una situación donde lo que se necesita es un movimiento social masivo capaz de conectar de nuevo con los jóvenes y capaz de cambiar la dirección a la que se dirige el mundo.

Para ello, necesitamos una fuerza renovada en Mundo sin Guerras, porque nuestra tarea es contribuir a la creación de este movimiento social.

Pero, ¿cómo crear este movimiento social? Lo que se requiere es conectar las piezas del rompecabezas. Hay que mostrar cómo el sistema económico mundial está relacionado con la industria del armamento, con los bancos, con la pobreza, con el cambio climático, con el abuso de los derechos humanos, con la guerra, con los gobiernos, con los medios de comunicación; cómo está relacionado con mi trabajo (o mi falta de trabajo) y, sobre todo, cómo está relacionado con mi estrés, con las dificultades que tengo en casa o con mis amigos, o con mis hijos o mis padres; e incluso con las dificultades que tengo conmigo mismo, con mi mente y con mi cuerpo. Porque el hecho es que todo está conectado y, si todo el mundo pudiera ver esta conexión, ya existiría este movimiento del que hablamos.

El movimiento que estamos creando tiene una dirección y su destino está un poquito más allá del horizonte, pero no somos los únicos que estamos en esa dirección. A los ecologistas, a los activistas anti-nucleares, a los activistas de derechos humanos, a los grupos de lucha contra la pobreza, a la gente espiritual y a muchos otros les podemos decir: «sí, nosotros también vamos en su dirección. ¡Vayamos todos juntos!».

Nos enseñan que hace algunos siglos los europeos creían que el mundo era plano y llegó Colón y dijo: «No, no es plano, es redondo. Vamos a las Indias por el oeste».

Unos siglos atrás, de nuevo en Europa, se estableció un punto de vista de que la Tierra era el centro del universo y mataron a los que no estaban de acuerdo.

Hace poco más de dos siglos, una vez más en Europa, la gente creía que la esclavitud era algo natural, justificada por la «naturaleza» diferente de seres humanos con piel de distinto color.

¡Los europeos tenemos mucho por lo que responder!

En este siglo, nos enfrentamos a la creencia de que los seres humanos son naturalmente violentos. Nos enfrentamos a la creencia de que la felicidad llega con el dinero. Nos enfrentamos a la creencia de que los individuos no tienen poder para realizar cambios reales.

Éstas son las creencias que nos corresponde superar.
Cien años más adelante seguro que nuestros descendientes se reunirán, ese 2 de octubre de 2110, para celebrar el ducentésimo cuadragésimo primer cumpleaños de Gandhi y el centésimo primer aniversario de la primera Marcha Mundial por la Paz y la No Violencia. ¿Podemos imaginar su forma de pensar? Ellos verán el dinero en los museos y se sorprenderán por la cantidad de dolor y de violencia que causó. Verán los documentales sobre guerras y armas nucleares, y serán incapaces de comprender por qué existían este tipo de cosas, igual que hoy no podemos entender cómo se puede mantener a otro ser humano en esclavitud.

Pero no estamos mirando desde el futuro 100 años para atrás. Estamos aquí y ahora, y con esta tarea por delante. En Mundo sin Guerras acabamos de sufrir el cambio más grande de nuestra relativamente breve historia. Después de organizar y completar con éxito la Marcha Mundial, hemos perdido la Luz que nos guiaba, Silo. Pero Silo era para nosotros una luz externa, un punto externo de referencia. Ahora, cada uno de nosotros tiene que mirar adentro y ver que tenemos una luz interna, que todavía nos guía y actúa como punto de referencia. Un punto de referencia que está más allá de nuestro horizonte temporal, la Nación Humana Universal, y allí vamos a llegar.