En el año 2000, mi hermano de 23 años fue asesinado por un taxista, que era empleado de un oficial de la policía. En el 2001, tres meses después, otro de mis hermanos de 15 años de edad fue asesinado por un grupo de jóvenes resentidos de una comunidad minera. Los casos tomaron cuatro años de litigio. Los asaltantes fueron condenados, pero las penas nunca fueron implementadas.

En el mismo período, la presidenta del Gobierno de la República de Filipinas, Gloria Macapagal Arroyo con sus generales y súper policías salieron sonriendo orgullosos en la televisión y en los diarios nacionales con un fondo de cuerpos ensangrentados y atravesados por balas de supuestos criminales, secuestradores y ladrones que no tuvieron la oportunidad de apelar. Esto fue muy criticado, pero el mensaje se entregó al público, legitimando así una cultura de la impunidad.

Luego, la Ley de Seguridad Humana fue aprobada en consonancia con la campaña contra el terrorismo. De un artículo en la revista Time, la presidenta fue citada diciendo: *»Me comprometo a la tortura, matar, mutilar a todo terrorista que viene a nuestra tierra»*. Y los perros de la guerra sedientos de sangre fueron lanzados contra la misma gente que el Estado pretende proteger. Por otra parte, la presidenta también fue presentada como muy santa, orando y aceptando la voluntad de Dios, con la bendición de los obispos, los cardenales y hasta el Papa de Roma.

Pepe, mi amigo, esposo, colega y padre de mis hijos fue uno de los colocados en la terrible lista de «orden de batalla». De hecho, fue acosado, perseguido, demonizado y ejecutado con 22 heridas de bala.

Así que en lugar de encontrarme con la sonrisa de Pepe al llegar de Hong Kong como un trabajador filipino, o lo que nuestro gobierno llama el «héroe viviente», en su moderno comercio de esclavos a los que ellos se refieren como la exportación de trabajo, llegué a casa, a un cuerpo muerto y a una familia destrozada.

Pepe tenía 37 años de edad. Modesto pero efectivo y carismático defensor de los derechos humanos, trabajaba por la paz, la libertad, la justicia social y el buen gobierno como todos los demás que estamos aquí.

El caso fue presentado, el testigo se retractó, el agresor identificado fue ascendido de rango de Capitán a Mayor en las Fuerzas Armadas de Filipinas.

Ellos no estaban satisfechos. Anunciaron que iban a matar a todos sus hermanos incluyendo a su esposa. Sus compañeros, su familia, mi familia por supuesto que estábamos aterrorizados.

Tomé mi flauta… escribí cartas y peticiones, busqué el diálogo y decidí aprender el arte de mantener la paz… para redimir la cordura, la serenidad y la claridad en medio de un creciente caos. Esto desató el infierno. No podían entender por qué no me enfurecía. Una pobre viuda se volvió loca escribiendo, cantando, bailando, sonriendo y llorando. Me controlaban, acosaban y seguían hombres enmascarados en motocicletas.

Cuando regrese a Filipinas, tendré que mudarme, pero todavía no sé a dónde. Todavía necesito reconsiderar mi ocupación habitual como camarera de café.

Una vez, me reuní con el ex general (Jovito Palparan), que dirigió los asesinatos en las acciones que se llamaron Oplan Bantay Laya (Libertad de la Guardia de Operaciones). Ahora es diputado y candidato a senador en las elecciones nacionales de mayo de 2010. La presidenta, acusada de fraude en las últimas elecciones, también está esta vez como candidata a congresista. Hay escenarios, no elecciones. O Gloria Arroyo cambiará el sistema de gobierno a parlamentario y se convertirá en primera ministra. Ellos creen que lo que hacen es correcto e incluso espiritualmente aprobado.

Cientos de activistas, gente de la Iglesia, abogados, estudiantes, periodistas y líderes obreros han sido asesinados, torturados y encarcelados mientras las cicatrices de la Ley Marcial Marcosiana siguen produciendo el horror y los grupos civiles progresistas son debilitados y fragmentados.

Ciertamente, es un desafío seguir adelante… en un baile, en una canción… con el arte de mantener el flujo sagrado de la vida fluyendo… para los hijos y los hijos de sus hijos…

Hoy, me siento como una intérprete de la flauta de bambú para nariz y una viuda que se enfrenta al riesgo de perder su vida o su libertad.

(Traducción al español: Graciela Lily Barbarán)