Era tanta la multitud que quiso acercarse al famoso cantante Juanes, tantos los brazos que intentaban llegar con sus celulares a fin de fotografiar el momento en que la estrella de la canciòn colombiana iba a transferir los atributos de la Marcha Mundial a su homòlogo ecuatoriano, tan dèbiles por otra parte las fuerzas de seguridad, tantos los medios de comunicaciòn apostados desde tempranas horas en la frontera, que cuando el momento llegò – y por cierto coincidente con el desplome de una de esas lluvias en las que todo el cielo se cae – nadie logrò ver màs que una turba superada por su propio entusiasmo, oradores que tartamudeaban por las deficiencias del sistema de sonido, pacifistas y no-violentos que perdìan hasta la camiseta en el desborde de gente, humanistas que en ese Macondo eran levantados por el aire mientras seguìan agitando sus banderas y un Rafael de la Rubia, infatigable y siempre amable, que con indudables dotes pedagògicas entusiasmaba a Juanes con el saludo de «paz, fuerza y alegrìa!».
Asì se cruzò -o se intentò cruzar – la frontera entre Colombia y Ecuador sobre el puente de Rumichaca, cuando el equipo base siguiò su camino por Amèrica Latina, rumbo a Punta de Vacas.