Santiago fue por estos días sede de dos actividades muy diferentes, pero que tuvieron un objetivo común: promover en el mundo la cuestión de la no proliferación y el desarme nuclear.

El español Rafael de la Rubia, coordinador de la Marcha Mundial por la Paz y la no Violencia a desarrollarse de octubre a enero en 90 países, se reunió el martes pasado con la presidenta de Chile, Michelle Bachelet, organizaciones locales y medios de comunicación para seguir sumando adeptos a esta iniciativa que tiene como bandera de lucha la erradicación de las armas nucleares.

Posteriormente, entre el viernes y el domingo, se realizó la primera reunión de América Latina y el Caribe de la independiente Comisión Internacional para la No Proliferación y Desarme Nuclear (ICNND, por sus siglas en inglés), que contó con el apoyo de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso).

Este lunes, los comisionados también fueron recibidos por la mandataria chilena.

De alguna manera, esta coincidencia es sintomática del grado de importancia que ha alcanzado el tema en los últimos meses.

Los gobiernos de Estados Unidos y de Rusia, países que en conjunto poseen 95 por ciento de las 26.000 cabezas nucleares existentes en la actualidad, firmaron a comienzos de abril en Praga una declaración donde se comprometieron a buscar nuevas y verificables reducciones de sus respectivos arsenales.

El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, y su par de Rusia, Dimitri Medvedev, anunciaron la negociación de un nuevo acuerdo que sustituya el Tratado de Reducción de Armas Estratégicas, conocido por su acrónimo inglés Start y que vence en diciembre. Dicha decisión fue saludada, entre otros actores, por el Parlamento Europeo.

Pero por esas mismas horas, Corea del Norte, que ha reconocido tener un programa de desarrollo nuclear, lanzó sorpresivamente un «satélite de comunicaciones», que según Estados Unidos y sus aliados se trató de un misil balístico de largo alcance capaz de llegar a Alaska.

Esto recordó el riesgo que existe de que se amplíe el número de potencias nucleares en el mundo o que estas armas caigan en manos de grupos terroristas.

Políticos, expertos y activistas coinciden en que el cambio de gobierno en Estados Unidos abrió la posibilidad de avanzar efectivamente hacia un escenario gradual de desarme nuclear. Precisamente, bajo esta premisa trabajan los impulsores de la Marcha Mundial por la Paz y la ICNND, nacida en septiembre de 2008.

Esta última es una iniciativa de alto nivel lanzada por los gobiernos de Australia y Japón, que busca revitalizar los esfuerzos mundiales tendientes a erradicar el armamento nuclear. La presiden el ex ministro de Recursos y Energía y de Relaciones Exteriores de Australia, Gareth Evans, y la ex canciller japonesa Yoriko Kawaguchi.

Australia es un gran abastecedor de uranio a nivel mundial, mientras que Japón es el único país que ha sufrido un ataque nuclear en la historia. En 1945, en el contexto de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos lanzó una bomba en la sureña ciudad de Hiroshima y otra en la cercana Nagasaki, donde murieron cientos de miles de personas.

Entre los comisionados de la ICNND figuran el ex presidente mexicano Ernesto Zedillo (1994-2000), la ex primera ministra noruega Gro Harlem Brundtland (en 1981 y en los periodos de 1986 a 1989 y de 1990 a 1996), el ex secretario de Defensa de Estados Unidos William Perry y el ex representante de China ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU) Wang Yingfan, entre muchos otros.

Este nuevo organismo eligió a América Latina para realizar su primera reunión consultiva, con miras a la publicación de un informe a fin de año, por su «liderazgo político y moral» en la materia, dijo Evans, copresidente de la ICNND, en Santiago.

Junto a África, el sudeste asiático y el Pacífico sur, la región de América Latina y el Caribe está libre de armas nucleares. En 2003, los 33 países de la región reafirmaron su adhesión al Tratado para la Proscripción de las Armas Nucleares en la América Latina y el Caribe (conocido como Tratado de Tlatelolco), vigente desde 1969.

Por ello, Evans llamó a la región a desempeñar un papel más activo en los debates de la próxima Conferencia de Revisión del Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares (NPT, según sus siglas en inglés), a realizarse en mayo de 2010.

Precisamente, entre este lunes y el día 15 se lleva a cabo en Nueva York la última sesión del Comité preparatorio de esta conferencia.

El NPT sólo permite la tenencia de armamento nuclear a los cinco países que contaban con este tipo de tecnología hacia 1968, cuando se firmó el acuerdo, pero con el compromiso de avanzar hacia el desarme. Se trata de China, Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña y Rusia, los únicos países miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU y que tienen derecho a veto.

Pero hoy el grupo de «potencias nucleares» también lo integran India, Pakistán e Israel, países todos implicados en conflictos diplomáticos, mientras que Corea del Norte e Irán están en la mira mundial por sus programas de desarrollo de esta clase de armamento.

En la conferencia de revisión se deberían fortalecer varios puntos del NPT, principalmente el proceso de «verificación» del cumplimiento de las obligaciones de los países, comentó a IPS Evans.

«En el caso de que un país esté haciendo algo que no debería hacer según el tratado (se requiere que) haya un mecanismo apropiado para llevarlo rápidamente al Consejo de Seguridad de la ONU y que se dé una respuesta eficaz», apuntó.

En este mismo sentido, llamó a ampliar la capacidad institucional de la Agencia Internacional de Energía Atómica, dotándola de mayores recursos.

A juicio de Evans, la no proliferación de armas nucleares, el desarme y la expansión de la energía nuclear civil son temas que deben ser abordados en forma conjunta, porque el límite entre ellos es difuso.

«Uno no puede avanzar muy lejos en la no proliferación a menos de que también tenga compromisos serios en torno al desarme. Sería importante ver a los estados nucleares firmar un compromiso serio en el 2010», acotó.

La agenda de corto plazo de la ICNND –pensada para los próximos cuatro años– también incluye la total ratificación y aplicación del Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares (CTBT, según sus siglas en inglés) y el término de «las negociaciones del tratado preliminar sobre material fisionable en Ginebra».

«Además, sería importante resolver los problemas específicos de Irán y Corea del Norte», indicó Evans.

«Es una agenda muy ambiciosa para cuatro años (…) pero con el impulso político que se ha generado con este nuevo liderazgo de Estados Unidos en este asunto, me parece que muchas más cosas son posibles», apuntó.

En esta senda, la Comisión espera que hacia 2025 se hayan reducido al mínimo las armas nucleares en el mundo.

«Tenemos mucho apoyo para esta Comisión, lo que es bastante interesante, porque han habido muchas comisiones anteriores, muchos informes anteriores», sostuvo Evans, quien ya ha visitado «cada uno de los países nucleares».

«Si podemos producir un informe que sea muy pragmático, realista, que considere los problemas políticos y de seguridad que perciben los países y que no solamente hable en abstracto con visiones grandiosas, si producimos un informe que tenga fechas, objetivos, planes de acción, sería bastante influyente», remarcó.

Según Evans, «estos temas son complejos, difíciles», por lo tanto «la presión tiene que venir de tres direcciones. Primero, desde arriba, de Estados Unidos y Rusia, porque ellos tienen 95 por ciento de todas las armas que existen. Sin liderazgo no pasaría nada».

Pero «también tiene que venir desde los grupos pares, desde los gobiernos, incluyendo los latinoamericanos, que tienen un papel importante que desempeñar, y desde abajo, desde la sociedad civil, desde las organizaciones no gubernamentales. Todas estas actividades envían mensajes importantes», concluyó.
(FIN/2009)

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