“La elección de Donald Trump en 9/11/2016 ha puesto fin a los graves de acontecimientos que comenzaron en 11/9/2001” escribía Bouthaina Shaaban en su cuenta de Facebook.

“Podríamos estar en el vértice de un mundo nuevo y mejor para nosotros y nuestros hijos y nietos, un mundo que vino en parte como resultado de la perseverancia de Siria y de sus aliados”, concluye Shaaban dando muestras de una profunda alegría. (1)

2016 ha sido terrible para la democracia y el equilibrio mundial hasta el día de la elección del presidente americano.

En Brasil no se pudo evitar el “golpe de estado” que supuso la destitución de Dilma Rousseff por parte del senado, para poner en su lugar a un Michel Temer, que tenía varias acusaciones de corrupción en su contra, especialmente por el escándalo de Petrobras.

En Venezuela se han venido intentando fórmulas similares para la destitución del presidente y, al igual que en Brasil, incluyendo la propagación de las típicas revueltas o “primaveras” organizadas desde Washington.

En Argentina estaba orquestado todo un plan judicial para imputar a Cristina Fernández, bajo la acusación haber maquillado cuentas públicas y cosas similares. Pero la derrota electoral en noviembre de 2015 de su candidato Scioli (por un estrecho margen de 3 puntos porcentuales) convirtió en innecesario el proceso propagandístico y judicial contra Cristina.

El sello de la guerra fría, o caliente, ha estado muy presente en situaciones que han puesto de manifiesto la macabra utilización de seres humanos a fin de torcer voluntades de pacificación de conflictos, de acuerdo económico y de acogida de refugiados en el Este de Europa.

La inestabilidad se mantuvo reiterativa en las fronteras europeas con el mundo oriental y, mientras tanto, ocurrieron diversos atentados de gran impacto psicosocial en Alemania, Francia y Bélgica.

Pero como en toda guerra hay etapas y, el imperialismo americano podría haber cometido un error similar al que llevó a Hitler a perder la II Guerra Mundial; este fue el exceso de frentes abiertos.

Los medios de comunicación se han empeñado en presentar a Trump como un personaje imprevisible y friki, en cambio el futuro presidente americano lo será por su sentido común ante sus oponentes, que se han resistido a aceptar la nueva situación económica mundial en la que dólar se encuentra inmerso en una gran burbuja, con una actividad económica muy reducida frente a la economía especulativa y ficticia.

En esta situación tampoco China desea el liderazgo de convertir al Yuan en la divisa hegemónica mundial, lo que implicaría soportar una deuda inmensa, como ha ocurrido con el dólar. Lo que se viene publicando en fuentes de referencia, como Market Watch Foundation, es una reformulación de la divisa internacional virtual del FMI Derecho Especial de Giro (SDR, por sus siglas en inglés), preparando decididamente el relevo del dólar en el momento en que este colapse. (2)

La opción de mantener múltiples frentes abiertos, de financiar a ISIS y otros grupos ultraviolentos, sustentar guerras en redes sociales y finalmente en el terreno, resultó ser algo insostenible para EEUU.

Más allá de la fría macroeconomía, en la sociedad norteamericana fue avanzando la pobreza, la pérdida de calidad de vida, de derechos sociales y humanos. Ante la imposibilidad de sostener todos los frentes abiertos, tan solo existía la posibilidad de una guerra nuclear a gran escala como respuesta de mal perdedor de la mano de Hillary Clinton –representando al viejo establishment.

Por ello Donald Trump es la opción del repliegue para sobrevivir, tanto el pueblo americano como el resto del mundo, que ahora respira aliviado por la aparente detención del genocidio de exportación.

El proyecto de un imperio hegemónico planetario ha resultado ser finalmente algo de siglos pasados que parece haberse detenido justo ahora, en 2016.

Es evidente que Trump no es ningún humanista, pero la posibilidad del humanismo, que se extiende en la base social, está por llegar a la Historia para hacerse cargo de un mundo que todavía es posible.