Por Yanis Varoufakis

Esta semana [5-9/08/2016. NDR] comenzó con un debate en el Parlamento griego convocado por la oposición oficial (los principales animadores de la troika, pero no los únicos, en el interior de Grecia), teniendo por objetivo final inculparme por haber osado enfrentar a la troika cuando fui ministro de finanzas durante los seis primeros meses de 2015. La troika, que había organizado un pánico bancario antes de que me trasladara al ministerio, que me había amenazado con el cierre de los bancos tres días después de que asumiera mi cargo ministerial, y que había procedido al cierre de nuestros bancos, había decidido actualmente acusarme de… haber cerrado los bancos y de haber impuesto el control de capitales. Como todo buen hostigador, la troika se mostró inmediatamente dispuesta a culpar a sus víctimas, y a ofender y vilipendiar a quienes se atrevieran a resistir a su brutalidad.

Mi reacción a las acusaciones de la troika y a la amenaza de arrastrarme a una investigación judicial fue simple: “¡adelante!”, “los afrontaré”, los desafié, “en la arena que ustedes elijan: en un anfiteatro, en un panel de televisión, ¡hasta en una corte de justicia!”. Finalmente se desinflaron y la moción parlamentaria fue rechazada cuando algunos de ellos (un pequeño partido que normalmente se somete a la troika) tomaron la decisión estratégica de votar contra ella.

Luego, para perfeccionar la paliza propinada esta semana a la troika, se publicó el informe de la Oficina de Evaluación Independiente del FMI (OEI). Es una evaluación brutal que no deja ningún lugar a dudas acerca de la teoría económica trivial y a la diplomacia de artillería que utiliza la troika. Ese informe pone en aprietos al FMI, al BCE y a la Comisión: o recuperan un mínimo de su legitimidad admitiendo sus errores y despidiendo a quienes tienen la mayor responsabilidad en este asunto, o no hacen nada, intensificando el descontento de los ciudadanos europeos con la UE, acelerando de este modo la deconstrucción de esta última.

Cuando era ministro, ocupado en negociar con esta clase de individuos, la prensa pro-troika (o mejor dicho, la prensa dependiente de la troika) afirmaba que yo era no era digno para conducir estas negociaciones porque me había atrevido a insinuar que de 2010 a 2014, el FMI, el BCE y la Comisión habían sometido a Grecia al ahogamiento fiscal, provocando una Gran Depresión inútil como consecuencia de su imposición violenta de políticas macroeconómicas incompetentes. Los medios del establishment afirmaban que el ministro de finanzas de una pequeña nación en quiebra, sometida a simulaciones de ahogamiento fiscal por los funcionarios de la todopoderosa troika, no podía permitirse decir, en público o en privado, que esta pequeña nación en bancarrota estaba siendo ahogada.

Mi respuesta fue que habíamos intentado el silencio y la obediencia de 2010 a 2014. ¿Resultado? Una pérdida de 28 % de la renta nacional, y las uvas de la ira que “…crecían y crecían y se hacían cada vez más pesadas para la vendimia”. Era el momento de proponer a la troika contrapropuestas moderadas, racionales, al mismo tiempo que se rechazaba seguir agachando la cabeza ante sus tácticas de prolongar y “hacer como si nada”. Nunca me perdonaron por haber adoptado esa postura.

Un año después de que la troika logró que me eyectaran del gobierno griego, convenciendo a Alexis Tsipras para que capitule ante ellos en contra de los deseos del 62 % de los electores griegos, la “oficina de asuntos internos” del FMI ahora confirma que mi posición estaba completamente justificada y no errónea o poco diplomática. En su artículo del 29 de julio en el Daily Telegraph, Ambrose Evans-Pritcher dijo lo siguiente a propósito del informe de la Oficina de Evaluación Independiente del FMI:

Un subinforme sobre la saga griega reveló que el país fue obligado a someterse a una austeridad demoledora, equivalente al 11 % del PIB en los tres primeros años. Esto disparó una espiral descendente retroalimentada. Mientras más se degradaba la situación, más se forzaba a Grecia a hacer recortes, lo que el ex ministro de finanzas Yanis Varoufakis denominó “simulación de ahogamiento fiscal”. (Ver más abajo las citas pertinentes del texto de Evans-Pritchard).

Ahora, la pregunta es: ¿qué viene después?

  • ¿De qué sirve recibir un mea culpa, si las políticas impuestas al gobierno griego son las mismas por las que se publicó un mea culpa?
  • ¿De qué sirve tener un mea culpa si los funcionarios que impusieron políticas tan desastrosas e inhumanas siguen en el cargo y de hecho son promovidos como recompensa por su obscena incompetencia?

Para resumir, es urgente que se pidan disculpas al pueblo griego, no solo de parte del FMI sino también de parte del BCE y de la Comisión, cuyos funcionarios alentaron al FMI a proceder al ahogamiento fiscal de Grecia. Pero las disculpas y un mea culpa colectivo de parte de la troika serían lamentablemente insuficientes. Esto debe ir acompañado de la dimisión inmediata de al menos tres funcionarios.

El primero de la lista es el señor Poul Thomsen –jefe de la primera misión del FMI en Grecia, cuyo fracaso rotundo (según los propios informes del FMI, nunca antes un jefe de misión había conducido a un peor desastre macroeconómico) llevó a su ascenso al puesto de Responsable para Europa en el FMI. El segundo, muy cercano del primero de esta lista, es el señor Thomas Wieser, presidente del EuroWorkingGroup, que estuvo implicado en todas las políticas y en todos los golpes que condujeron a la inmolación de Grecia y la ignominia de Europa, quien será, es de esperar, acompañado en su retiro por el señor Declan Costello, cuyas huellas dactilares se encuentran por todas partes en los instrumentos utilizados para la simulación de ahogamiento fiscal. Y, por último, un caballero que mis amigos irlandeses conocen demasiado bien: el señor Klaus Masuch del BCE.

Por último, y lo más importante, esas disculpas y esos licenciamientos no servirán para nada si no van seguidos de un giro completo de las políticas macroeconómicas, fiscales y de las reformas aplicadas en Grecia y más allá.

¿Acaso se producirá al menos uno de estos elementos? ¿O el informe de la Oficina de Evaluación Independiente del FMI no hará más que iluminar el cielo un instante, antes de pasar rápidamente al olvido? Los presagiosas se inclinan por lo segundo. En ese caso, las oportunidades de la UE de recuperar la confianza de sus ciudadanos, oportunidades desde ya bastante mínimas, se escurrirán como arena entre los dedos de nuestros dirigentes.

Citas suplementarias del  texto de Evans-Pritchard

“El informe de la Oficina de Evaluación Independiente del FMI (OEI) está por encima de la cabeza de su directora, Christine Lagarde. Responde únicamente a la junta de directores ejecutivos, y los directores ejecutivos de Asia y de América Latina están claramente enfurecidos por la manera en que unos iniciados de la UE utilizaron el Fondo para rescatar su propia y opulenta unión monetaria y su sistema bancario”.

“Si las acciones del Fondo fueron comprensibles en el momento crucial de la crisis, la dura realidad es que el programa de rescate sacrificó a Grecia en una acción de “puesta en espera” destinada a rescatar al euro y a los bancos del norte de Europa. Grecia soportó el tradicional golpe de austeridad del FMI, sin las medicinas de compensación del FMI que son la reducción de la deuda y la devaluación monetaria para restablecer la viabilidad del país”.

“Los máximos ejecutivos del FMI engañaron a su propia junta de directores, cometieron una serie de errores de juicio calamitosos en Grecia, se convirtieron en defensores entusiastas del proyecto euro, ignoraron las señales que advertían el desencadenamiento inminente de una crisis y fracasaron colectivamente en el manejo de un concepto elemental de la teoría de divisas”.

“Se prepararon numerosos documentos por fuera de los canales oficiales conocidos. La documentación escrita sobre ciertos temas sensibles no se pudo localizar”.

“El informe de la OEI describe una “cultura de complacencia”, propensa a producir análisis “superficiales y mecánicos”, y rastrea un colapso impactante en la gestión pública del FMI, dejando una imagen borrosa donde no se distingue quién dirige en última instancia esta organización extremadamente poderosa”.

El artículo original se puede leer aquí