En la ciudad e Cuenca, tuvimos la oportunidad de conversar con Fernando Vásquez, director de la carrera de Psicología Social de la Universidad de Cuenca y director del proyecto de vinculación psicosocial a través del cual, un equipo de primeros auxilios psicológicos está desarrollando una amplia tarea, en las zonas afectadas por el terremoto del pasado 16 de abril en la provincia de Manabí.

El trabajo comenzó en Pedernales con un acompañamiento a las víctimas en la elaboración de sus duelos y el afrontamiento de la crisis. “La ayuda está centrada en los problemas físicos, la infraestructura y las vías y aunque esto no está mal, deja de lado un campo importante, que es el de la recuperación psicológica”, dice Vásquez.

Por otro lado, la inversión para la reconstrucción, es desproporcionada; existen problemas de alcantarillado, agua potable y vivienda que necesitan solución urgente; y dentro de esas necesidades también se encuentra la emocionalidad que es un punto fuerte para el desarrollo social.

Fernando Vásquez critica la gestión de los organismos oficiales como la Secretaría de Riesgo y los municipios, que centran su atención en las zonas urbanas, como es el caso de Bahía de Caráquez, olvidando los barrios periféricos. En esos territorios hay todavía mucho refugios clandestinos que no han entrado en el censo. ¿Por qué? Porque sus pobladores no confían en las autoridades. Esta situación los expone a una escalada de violencia intrafamiliar, infantil, de género y el microtráfico de drogas.

Uno de estos refugios es el Fermín Cevallos, el más grande que hay y cuyas condiciones son alarmantes. La es propuesta es trabajar en sistemas comunitarios de equidad social con los verdaderos actores sociales buscando que, entre ellos, se construya una acuerdo de protección mancomunada.

El equipo de Vásquez pudo comprobar la eficiencia de trabajar con los jóvenes y mujeres de las diferentes zonas afectadas, ya que son estos grupos que responden mejor a los talleres y que luego trabajan en conjunto con el equipo para organizar a los demás. “Es aquí donde se ve que el trabajo humano en el desarrollo de las capacidades, reduce los niveles de violencia, porque la legitimidad del proyecto radica en trabajar con los miembros de la comunidad, desde sus necesidades”, afirma.

El reto al que se enfrenta el equipo de la Universidad de Cuenca es el de los recursos. Aún así, sus brigadas seguirán con la labor de fortalecer a las comunidades buscando transformaciones estructurales.