Por Evelyn Jaramillo (texto y fotografía)

“Desde niña vivía una situación de inequidad. He visto muchas injusticias, incluso con mi propia familia. Siempre me preguntaba ¿por qué tenemos que vivir tanta injusticia?”

Carmen Barros es una mujer valiente, con una larga trayectoria en la defensa de los derechos humanos. Su primera rebelión fue por el derecho a la tierra y a la vivienda, pues su madre mantenía una deuda infinita para garantizar a su familia un lugar donde vivir.

Para Carmen los derechos humanos van más allá de un escrito que los reconoce y garantiza. Se trata ‘‘de un derecho de vida, que debe estar garantizado entre un conjunto de humanos y de seres vivos, porque si tu no cuidas a la naturaleza, si no cuidas la tierra tampoco vivirías. Si no te constituyes en un ser que piensa que no solo dependo de mí, que también dependo del otro para construir una comunidad, no podríamos continuar”.

Ella piensa que los seres humanos debemos ampliar nuestra comprensión de lo que realmente son los derechos humanos y conocer sus dos caras ‘‘ por eso cuando hablas del derecho debes entender que hay detrás una responsabilidad de vida, entonces si tengo derecho a la educación, tengo el deber de estudiar y a tener los conocimientos; es un derecho que tú lo asumes pero a la vez contribuyes.’’

Su trabajo ha estado vinculado con distintos sectores sociales cuyos derechos han sido vulnerados. Al ver la situación de los grupos de atención prioritaria, observó que las y los adolescentes y su pensamiento no eran visibilizados. Por eso decidió trabajar con este grupo.

‘‘Empecé a hacer escuela de calle en un mercado en San Juan, en el centro de Quito, porque habían chicos de 15 años que no sabían leer ni escribir; eran muy golpeados y robaban. Alcanzar algunos logros en esta actividad nos obligaba a lidiar con el hecho de que sus familias solo querían que ellos trabajen. Nosotros abrimos un espacio para aprender y luego, para autogestionar con los chicos. Así abrimos la posibilidad de generar alternativas, otras formas de vivir, sin robar”.

Con esta perspectiva nace la Fundación Sol de Primavera una propuesta educativa en la que se integran laformación humana, técnico profesional y política. Una propuesta en la que se entiende que los jóvenes son sujetos de derecho. “Hasta ahora –dice Carmen-, creo que los cambios han sido fuertes con los jóvenes y adolescentes y en sus derechos pero las necesidades siguen. Es cierto que hemos hecho cambios con los chicos pero nuevas generaciones que crecen en indefensión y por eso Sol de Primavera todavía vive”.

Para Carmen la motivación más grande para continuar el trabajo por y para los jóvenes es ver la capacidad de resiliencia en los chicos. Ser testigo de la transformación de sus vidas. Ver cómo hoy han dejado de trabajar en la calle, tienen vidas menos violentas, construyen sus familias con responsabilidad.

En su opinión, la transformación del sistema educativo es fundamental y, en esa transformación, escuchar la voz de los jóvenes y abrir espacios de participación es prioritario. Otro desafío central es trabajar con las familias, con el vínculo y el afecto familiar.

Carmen Barros y el equipo de Sol de Primavera buscan incidir en políticas públicas de empleabilidad. Es por eso que, a través de la capacitación profesional y de herramientas de proyecto de vida, ‘‘se pretende lograr que el Estado y la empresa privada generen empleo para jóvenes, tomando en cuenta que el 60% de los jóvenes está desempleado”.

‘‘Mientras tenga pensamiento, amor, manos, seguiré fortaleciendo este proyecto. Todavía tengo la energía para continuar y espero que algún rato, cuando yo no esté, también hayan otras personas que se empoderen de este proyecto. Que pueda continuar el proyecto mientras perdure la injusticia’’, dice Carmen.

Para conocer más del trabajo de Carmen Barros y la Fundación Sol de Primavera te invitamos a ver el siguiente video: https://www.youtube.com/watch?v=KbA8Z3HWBUU