Por Dominik Schlett

Parece que las protestas de los estudiantes chilenos en contra de su sistema educacional van a durar para siempre. Casi exactamente cinco años despuès de las màs intensas manifestaciones desde el final de la època de la dictadura de Pinochet, la violencia nuevamente captura las calles de Santiago de Chile. El informe del dìa.

El sol brilla este 4 de agosto. Aproximadamente siete mil estudiantes se reùnen en la Plaza Italia del centro de Santiago. Como todas las demostraciones anteriores, la “Marcha de la Educación” tiene lugar un jueves. Los estudiantes se ven concentrados y resueltos. Parecen saber què esperar. Miles de estudiantes y alumnos se están preparando. Finalmente, el movimiento comienza.

Al mismo tiempo, en unas cuatro estaciones de metro anteriores, los músicos de Ywana también se están preparando. Como siempre antes de un evento, la atmósfera es suelta y concentrada. Ywana es una banda de “Nueva Cumbia”, que a veces toca en eventos sociales. Por ello no dudaron cuando la Confech, la Confederación de Estudiantes deChile, los invitó espontáneamente a tocar en vivo en el escenario donde concluìa la manifestaciòn cerca de Plaza República.

El escenario està listo para la “celebración de la educación”. A medida en que la manifestación se acerca, la gente està exitada, aunque la atmòsfera sea relajada. La prueba de sonido se desvanece cuando llega la vanguardia de los manifestantes y entran al escenario: “no te excluyas”, dice Daphne Concha, presidente de Corpade.

Se oyen los gritos, cantos y sirenas. Todo lo que està pasando, pasa muy ràpido. La Confech, la Corpade y otros representantes bàsicamente formulan las demandas: mobilización, lucha y especialmente no repetir los errores de los predecesores. Los discursos llaman a la unidad, mientras una masa cada vez mayor de estudiantes escucha. Todos ellos comparten los costos exhorbitantes de la educación en Chile. Todos ellos comparten las desventajas de los procedimientos pedagógicos. Todos ellos comparten la vibra de la situación, que se vuelve màs agitada cerca del escenario.

Los discursos polìticos han terminado y bàsicamente todos estàn aquì por eso: porque necesitan un cambio. Pero tambièn hay otra cosa que todos comparten: todos quieren bailar. Para dar un puntapiè a la conducta de los polìticos responsables, para sacarse de encima las restricciones del sistema educacional. Para dejar atràs los incidentes violentos y simplemente gozar el momento. Los artistas de Ywana entonces sólo entregan las vibras justas en el momento exacto.

Parece ser el ojo del huracàn, ya que el escenario està rodeado de cientos de carabineros que persiguen a los estudiantes, lanzàndoles agua y gas lacrimógeno, mientras los estudiantes les responden lanzàndoles piedras y otros objetos. Motocicletas, carros armados, masas que corren, prensa que intenta objtener la foto perfecta. Y en el medio de ello, separado por un vallado, el escenario. Un evento cultural, autorizado por la administración municipal, donde los técnicos, los músicos y otros artistas realizan su trabajo en paz.

Blindado con tambores rápidos, acordeón, bajo, teclado, batería, guitarra, trompeta y una voz intensa, el evento se convierte en una pequeña isla, donde la playa a veces se inunda por el mar agitado, pero el escenario básicamente se reduce a un ser armonioso. Seguramente, Ywana es una «banda de y por las calles», que se identifica con la protesta, pero ello hace que legitimice a los gases lacrimógenos que lanzan frente al escenario y en medio de una multitud que està bailando?

Sin embargo, el concierto continúa mientras el público tiene que moverse hacia atrás debido a que cada vez hay más bombas de gases lacrimógenos. Tal vez cinco a seis bombas de gas son demasiado. La gente está tratando de escapar del lugar de la niebla, pero el gas de repente està por todos lados. No se puede ver nada, ni respirar. En todas partes la gente tose, a ciegas en busca de agua, dando tumbos dentro de la valla. Se tarda unos dos minutos hasta que el humo denso desaparece. Dos minutos de partículas que pican arañando dentro del pulmón, en los que se siente el tratamiento ácido en la nariz y la dolorosa amenaza de asfixia.

Se supone que es una “respuesta a la violencia de los estudiantes”, como señalò la policìa despuès. ¿Cuàl violencia? ¿La violencia de la mùsica eufòrica? ¿La violencia de la gente jóven bailando? ¿Y què hay con la violencia al propio cuerpo? ¿La violencia psicológica que la persona enfrenta despuès de experimentar que pierde la capacidad de controlar su cuerpo? Cuando los gases lacrimógenos lo fuerzan a uno a respirar cada vez màs su vapor tóxico. Resulta imposible salir del concierto en ese momento.

El gas se difunde. Los trabajadores de las ambulancias estàn dàndole agua a las vìctimas del ataque. Las caras estàn blancas y cubiertas con sales. “Tratamos de seguir tocando lo màs posible”, dicen los miembros de Ywana. La banda se reùne tràs el escenario: “no nos intimidaràn”, proclaman. Una expresiòn familiar, que también tienen los organizadores del movimiento estudiantil.

En toda la ciudad de Santiago habìa alrededor de 40.000 manifestantes en las calles. En todo Chile muchos màs estudiantes marcharon; llevan marchando ya varios años. No importa lo que pase, van a seguir luchando y exigiendo un sistema educacional mejor.

Juntos, aprendieron a bailar entre la violencia.

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Las fotos son de Marcela Toledo  https://www.flickr.com/photos/136975820@N02/