Por Thalía Sanabria Prado – Fotos de Ivonne Flores

Encontrar más allá de los discursos político-partidistas que la constituyen fue el primer misterio a revelar. Para qué contar que María Augusta Calle preside la Comisión de Soberanía, Relaciones Internacionales e Integración Latinoamericana en la Asamblea Nacional, o que estuvo en la creación de la Constituyente del 2007, o que es socióloga egresada de la Universidad Católica de Quito, cuando wikipedia o la página oficial de la Asamblea pueden ampliar su recorrido biográfico y en la legislación.

¿Que para qué escribimos estas líneas, entonces? Pues, para “desarmar” a la política y ver al ser humano revolucionario que resultó ser Calle. Rebuscando entre las motivaciones para seguir Comunicación Social en la  Universidad Central del Ecuador – a ver si compartíamos los mismos lineamientos teóricos- nos dijo:

“Decidí estudiar Comunicación Social porque me di cuenta de que el trabajo político, que era mi objetivo principal, en especial con los sectores indígenas y populares, no se podía hacer desde la visión de la sociología. Yo creo que la comunicación es la herramienta de gestión política más importante que podemos tener. Comunicación como educación política”.

Para Calle, es gracias a los principios que la política y las actitudes permiten tener una  correspondencia inmediata. ¿Esto qué quiere decir? “Las políticas que se desarrollan deben estar en función de los principios que se plantean”, acotó. Entonces, la pregunta correcta sería: ¿qué principios rigen la vida de esta mujer? En primer lugar -y sin dejar espacio entre mi pregunta y su respuesta- dijo: “el respeto, la verdad que te lleva a saber con quién estás y quién eres, y aceptarse como humana que comete errores”.

“Cuando prevalece el principio la duda se va y tienes más facilidad para afrontar las cosas”, la seriedad de su oficina se iba diluyendo en sus palabras.

Es a través de la soberanía y las relaciones internacionales que se ponen en juego los principios constitucionales y hacia donde está encaminada su labor como legisladora. Apuntó que la autodeterminación, la noviolencia, la no proliferación de armas nucleares y la no injerencia son principios fundamentales que guían la política internacional del Ecuador. Principios que tuvo la oportunidad de redactar.

Pero, ¿de dónde viene toda esta actitud antibelicista? A lo que respondió:

“Nuestro país vivió una amenaza constante: la guerra con el Perú. La actitud de guerra nos impedía integrarnos, tener una visión de región que nos lleve a un desarrollo que beneficie a los sectores más empobrecidos”.

Su vida de estudiante, de colegio católico a la universidad pública, hizo que se encontrara con una cantidad de profesores que estaban huyendo de Chile, de Argentina y de Brasil por el Plan Cóndor, estrategia de coordinación de operaciones entre cúpulas de regímenes dictatoriales en la época de los 60 y 70. Esta operación tenía el objetivo de eliminar a la oposición política, principalmente de izquierda. “Porque, simplemente, no se podía permitir que en el cono sur haya gente que piense diferente y les mandaban y desaparecían. No es justo que nos impongan guerras”, terminó por mencionar.

Cuestionarse sobre la existencia de enemigos de la nación fue el inicio para dar rienda suelta a su posición antibelicista. Llegó a la conclusión de que la violencia, la represión y el miedo se aplicaban como forma de gestión política. Y “en esa desesperación de ver que había que cambiar este país, que no había otra forma de seguir viviendo sino cambiándolo en lo profundo” decidió hacer campañas contra los juguetes violentos, conformar comités por la paz, y que en su accionar legislativo se restablezcan los diálogos como forma de gestión política y que se dejen de lado las armas.

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“Yo soy una irreverente, eso es lo que soy. Yo no creo que haya que tener respeto a nada que no funciona”

En abril del 2008 Ecuador se declaró como territorio de paz. El artículo 5 de la Constitución de la República: “Promueve la paz, el desarme universal; condena el desarrollo y uso de armas de destrucción masiva y la imposición de bases o instalaciones con propósitos militares de unos Estados en el territorio de otros.”

“No hay forma de cambiar las cosas si es que se piensa desde el odio”, dijo. Y que hay que reflexionar más sobre la violencia y las armas, y las enemistades y las guerras.

¿Y qué es lo que queda por hacer, ahora?  Según María Augusta, hay que empezar campañas de sensibilización a la humanidad y de esta forma exigir derechos a quienes dirigen nuestros países.  “Algo tiene que hacer el mundo” dijo, haciendo referencia a lo que sucede en Palestina.

“El mundo no puede dar la espalda a eso. Es una de las situaciones que nos confrontan a la humanidad con nosotros mismos. Yo creo que el día que dejen de conmoverme estas cosas, prefiero morir”.