Por: Madeleine John

Estábamos habituados a leer en los periódicos o ver en las noticias a diario algún feminicidio, imágenes de mujeres violadas o golpeadas, y luego… el silencio. Hasta que algo cambió. La semana pasada, dos sentencias que favorecían con penas suspendidas a los agresores que habían golpeado brutalmente a sus parejas, desató la indignación. Bajo el lema “Ni una menos” y “Tocan a una, nos tocan a todas”, un pequeño grupo de mujeres jóvenes comenzaron a convocar a una marcha por Facebook. En unos pocos días, eran muchas mujeres dando su testimonio, rompiendo su soledad y su vergüenza. En los distintos distritos de Lima se están organizando mujeres y hombres para participar en la marcha, en las ciudades de la costa, sierra y selva, en las universidades, los sindicatos, los artistas, grupos de madres y padres, colectivos de los más diversos. También los medios se plegaron no solo con artículos, columnas, sino algunos incluso anunciando la marcha a diario en primera página. El Ministerio de Justicia intervino para revisar los fallos.

Algo cambió. Ya no estamos dispuestas a seguir viviendo con temor a salir a la calle, ya no queremos ocultar o aceptar la violencia hacia nosotras. Hemos comenzado a hablar mostrando la dimensión del problema que estaba oculto. De pronto, el machismo y el sexismo dejó de ser gracioso, para revelar la cosificación y deshumanización de la mujer.

El 13 de agosto marcharemos en todo el país para que cuando escuchemos los gritos de una vecina pidiendo ayuda, no pensemos que es solo un problema marital; para cuando nos quejemos de alguien que nos manosea en el bus o micro no nos miren con esa sonrisa socarrona pensando “no te hagas la que no te gustó”; para que ningún policía nos vuelva a decir ante una denuncia de violación: “El hombre solo avanza hasta donde la mujer lo permite”; para que en las comisarías nos tomen en serio y no  nos pregunten cuando llegamos ensangrentadas: “¿Y qué le habrás hecho, pues?”.

Algo ya cambió.