Claudio Tognonato, italo-argentino, es sociólogo y profesor de la Universidad de Roma Tre Lo encontramos en las actividades del Comité para la Liberación de Milagro Sala, al que pertenece. Aprovechamos de la combinación de ser ítalo-argentino y de su punto de vista particular como estudioso de los temas sociales, para tratar de “leer” lo que está ocurriendo en la Argentina y en América Latina.

El advenimiento del gobierno de Macri y su enfoque liberal va más allá de las peores predicciones, ¿es así?

Los primeros seis meses de Macri fueron marcados por el regreso de los viejos principios del neoliberalismo: la disminución de la participación en la economía, la desregulación, la apertura a los mercados internacionales, la reducción del gasto público, la privatización. Para aplicar estos principios se instaló Alfonso Prat Gay, que creció en el JP Morgan Chase & Co., en Londres, una garantía para los mercados financieros. Así que nada nuevo; es el modelo de los globalizadores. Solo que en Argentina ya se han aplicado estas medidas y dieron como resultado la crisis del 2001. Aunque esta vez no hubo un golpe de Estado, Macri ha llevado al extremo las facultades que confiere el sistema presidencial. Además, Macri aprovechó el cierre del parlamento en verano para lanzar una andanada de decretos, superando en solo un mes todo lo que Cristina Kirchner había decretado en sus ocho años de gobierno. Se trata de un golpe de Estado que ha destruido muchos de los beneficios sociales de los últimos años.

Doce años de indiscutibles avances sociales han sido insuficientes para garantizar una base electoral a la variante kirchnerista del peronismo suficiente para vencer. No entendemos cómo sucedió esto. ¿Podría intentar una explicación?

No es fácil explicar la derrota de una línea de gobierno que logró sacar al país de la crisis del 2001. Macri ganó las elecciones después de una dura campaña mediática, lobista y económica, local e internacional, en contra de todo lo que representaba a Cristina Fernández de Kirchner. Teniendo en cuenta lo que está sucediendo hoy, me pregunto qué habría pasado si ese estrecho margen de votos hubiera ido al otro candidato. Un año antes de los comicios, todos pronosticaban la derrota de Macri. Cristina Kirchner nunca logró hacer cumplir la ley de medios de comunicación, lo que habría garantizado una información más equilibrada. La monopolización de los medios de comunicación puso en marcha una campaña de descrédito y deslegitimación contra toda medida del gobierno. Los medios de comunicación reforzaban diariamente a la inflación, alimentando así la devaluación del peso. También hubo un “golpe económico”, cuando los propietarios de tierras, los principales exportadores, bloquearon sus exportaciones para evitar que el gobierno cobre las tasas sobre los productos, poniendo así en dificultades a las arcas del Estado. Por último, surgió el “caso de Nisman”, el suicidio de un juez, que durante meses los medios de comunicación difundieron como si se tratara de una especie de crimen de Estado.

Estamos asistiendo a un feroz ataque contra los derechos humanos básicos: el derecho a la protesta, la libertad política, el derecho a la huelga. ¿Qué debe hacer la comunidad internacional, la sociedad civil, frente a este ataque?

Es ya evidente que las políticas del nuevo gobierno afectarán los derechos adquiridos en los últimos años. La avalancha de despidos, más de 150 mil en los primeros seis meses, es una demostración de a dónde quieren llevar el conflicto. En respuesta a estas políticas, las centrales sindicales realizaron una huelga y una gran manifestación a finales de abril. A su vez, el Parlamento, donde Macri está en minoría, aprobó una ley que duplica el costo de los despidos y protege el trabajo. Ante esta derrota, Macri ejerció el derecho de veto que, aunque es algo previsto por la ley, deja una imagen de autoritarismo. Está claro que esta demostración de fuerza, un conflicto abierto entre la política del gobierno y la sociedad. La sociedad tendrá que denunciar estas políticas y promover respuestas unificadas mediante la creación de nuevas oportunidades de organización abiertas a una participación popular amplia.

¿Cuál es su lectura de este ataque específico contra Milagro Sala y la Túpac Amaru? ¿Se trata de una variante “judicial” para eliminar adversarios políticos?

El caso de Milagro Sala es la detención ilegal de un activista político. Si nos fijamos en el último medio siglo de la historia argentina, entendemos lo importante que es denunciar el retorno a prácticas que marcaron la vida democrática del país. Milagro Sala es una presa política, y quieren hacer creer a la gente que se trata de un caso de corrupción en el que su asociación, la Túpac Amaru, sustraía fondos y no tenía las finanzas en orden; todas imputaciones infundadas que no han sido demostradas. De hecho tienen miedo del prestigio y la fuerza de esta organización, que nació y creció entre los pobres, incluyendo a los pueblos indígenas del noroeste de Argentina, construyendo viviendas, escuelas, centros de asistencia y de recreación. Ellos quieren castigar estas experiencias usando los tribunales, ya que son los defensores de la desigualdad y consideran que la ley no es igual para todos.

¿Deberían hacer una autocrítica tanto la Argentina progresista como la América Latina progresista? Y, si es así, ¿en qué sentido?

Argentina, y los movimientos que después del 2001 han puesto en marcha diversas respuestas post neoliberales, han tenido grandes éxitos en la lucha contra la pobreza y la disminución de la desigualdad. Millones de personas han superado su situación de pobreza. Solo para dar un ejemplo: en Brasil, con el gobierno del Pt, 40 millones de personas en situación de pobreza lograron alcanzar el nivel de clase media. El ser humano tiene necesidades que se renuevan, que crecen junto a nuevos derechos. Todo esto es extraordinariamente bueno para revolucionar la sociedad. Las instituciones democráticas deben desarrollar constantemente nuevas políticas de participación para entender este proceso junto con el pueblo. No es fácil, y en la práctica se han producido errores. La calidad de las instituciones democráticas se mide por la capacidad de renovarse a sí mismas. La corrupción es sin duda un mal muy grave, pero es un mal global fruto del desproporcionado poder de corrupción que tienen las grandes corporaciones.