El presidente de los Estados Unidos Barack Obama, protagonizó hoy, 27 de mayo de 2016, uno de esos momentos especiales de la historia, muy difíciles de apreciar en su magnitud y su trascendencia. Fue al lugar de los hechos, donde se cometió uno de los mayores crímenes contra la humanidad al inaugurar la bomba nuclear sobre la población civil en Hiroshima y Nagasaki.

Siempre me llamó la atención la insistente justificación y muchas veces la prepotencia con la que gobernantes e historiadores de ese país relataban este hecho. Cuando hacemos algo horrible, las más de las veces tratamos de justificarlo y encontrarnos razón a nosotros mismos por las monstruosidades realizadas. Acomodamos los hechos para exagerar nuestras razones y disminuir nuestros errores. Cuando este comportamiento no es individual, sino social, ya que la barbarie está avalada por la sociedad civil que mira para otro lado y permite que los crímenes se cometan, y luego gozan de los beneficios de tal crimen, resulta mucho peor. Se realiza un falseamiento de la memoria histórica intentando borrar las huellas de lo ocurrido. Esto es lo habitual, y las comisiones de “Verdad y Justicia”, de los países heridos por dictaduras y guerras civiles, tienen una ardua tarea para recuperar la memoria verdadera de las naciones.

Este gesto de Obama no se lo puede disminuir acusándolo de hipócrita, al tratarse del presidente del país con mayor poder nuclear del mundo. Tampoco se lo puede descartar porque no utilizó la palabra “perdón”, ni teatralizó un falso arrepentimiento.

Obama, el presidente del país más poderoso del mundo, llegó al lugar símbolo de la mayor devastación realizada por el ser humano, por su propio país, a tomar contacto con el sufrimiento de las mujeres y hombres muertos por un poder que la humanidad acababa de descubrir. Llegó al lugar y agudizó el oído para escuchar el llanto aterrorizado de miles de niños japoneses que morían o quedaban muertos o eran condenados a una vida minusválida. Obama removió un grito de dolor y lo reprodujo para que sea escuchado por todas las generaciones norteamericanas y las de cada rincón del planeta.

No pidió perdón es cierto, pero paseó la mirada por la monstruosidad de lo ocurrido y reconoció los horrores cometidos.  Aquí tampoco hay olvido. Es un primer paso para la reconciliación. Un primer paso en que habrán marchas y contramarchas, pero el ser humano se puso una vez más en pie.

Mirar todo lo ocurrido, no solo aquello que justifica mi acción, mirar a los ojos a mi enemigo, a los que murieron y sufrieron, a los inocentes, aceptar la responsabilidad de haber llegado a tal punto de inhumanidad, nos comunica y humaniza. Tomar conciencia es el camino para que un cambio profundo sea posible y estos hechos no vuelvan a suceder jamás.

La reconciliación no estará consumada hasta que no se efectúen con resolución acciones que desmonten el peligro nuclear. Acciones que comiencen por frenar la carrera armamentista y dar el primer ejemplo para el desarme nuclear.  Una acción concreta y ejemplar de este país, será el inicio del camino.  Este es el momento de unirnos entre los pueblos y pedir todos por el bienestar de la humanidad.

Cuando analizo estos gestos de Obama, primero en Cuba, también en Argentina, luego en Hiroshima, me parece estar presenciando el fin de una etapa para entrar de lleno a la confrontación entre grandes bloques regionales. No puedo dejar de advertir que se está ordenando la casa para la concentración de un nuevo tipo de poder mundial; más tecnológico, mas aséptico, pero quizás más deshumanizante. Y en ese nuevo escenario darán la lucha los humanistas del mundo; tratarán de unirse, tratarán de lograr una nueva conciencia de sí y del ser humano; harán un intento para cambiar la dirección de ese nuevo poder imperial y perfilar una nación humana universal.

Pero hoy, más allá de cualquier justificación, más allá de cualquier juicio, esta visita invita a iluminar el momento más oscuro de la vida humana: cuando supimos que podemos suicidarnos en masa.

Elevo este canto a la mirada que se mira a sí misma, levanto estas palabras de Obama para que sean estudiadas y meditadas en los colegios y los hogares de todas las culturas. En el silencio que produce la reflexión de Hiroshima, crecerá un murmullo y luego un clamor: desarme nuclear mundial total.