En la República Checa, como en otros países europeos, han nacidos pequeños movimientos en contra del islam, violentos e intolerantes. Justamente la semana pasada, en Praga, fue agredida la sede de una organización que trabaja para ayudar a los refugiados. Parece que la espiral de la violencia sigue su camino de manera imparable. Sin embargo, la solución existe y es bastante clara: acabar con las guerras.

La crisis de los refugiados, como todos los problemas, puede ser resuelta solo erradicándola desde la raíz, removiendo las causas que la produjeron. El fenómeno de la migración no es algo nuevo, pero en los últimos años se ha disparado y los medios de comunicación, que antes no se enfocaban en este, han comenzado a hablar y a catalizar la atención sobre él.

En la raíz del problema encontramos los cambios climáticos, el hambre, la pobreza y, especialmente en este momento, la guerra. La guerra en Irak comenzó en 1991 y ha causado más de 2 millones de muertes, 4 millones de refugiados y ha desestabilizado completamente la región entera. El mundo musulmán ha sido duramente golpeado y han comenzado a exacerbarse los conflictos dentro del islam. 2 millones de refugiados de Irak escaparon a Siria donde también en el 2011, gracias a una directiva internacional, comenzó una guerra civil.

De hecho, estos pueblos hacen lo que nosotros haríamos: escapar del horror de la guerra y de la pobreza para buscar ayuda donde se cree que será posible recibirla.

Si no cambia la tendencia de hoy hacia las guerras, hacia la ocupación de los países extranjeros y hacia el control de los recursos, el fenómeno de la migración crecerá de manera exponencial.

Del lado del aspecto moral, no servirá de nada construir paredes. No se pueden dejar a un lado a millones que luchan desesperados por su propia supervivencia y la de sus familias. Por otra parte ni siquiera es posible imaginar una convivencia forzada impuesta desde arriba. Esto conduciría inevitablemente a la violencia, la discriminación y al racismo.

Desde este punto de vista todas las discusiones sobre los refugiados que se desarrollan en los medios de comunicación y en los ambientes culturales y políticos, debates que aparentemente muestran posiciones opuestas sobre el argumento planteado, son en realidad la manifestación de la misma cosa, un circo para desviar la atención del tema fundamental: la guerra, los responsables de la guerra y las posibles soluciones.

Cuando se habla de refugiados aquí en Europa, se piensa inmediatamente en el mundo árabe y africano. Se olvida de la ex Yugoslavia y de Ucrania, donde ya existen millones de refugiados, por ahora absorbidos por la misma Ucrania y Rusia. Si continúa el plan de los Estados Unidos de no parar la guerra civil en Ucrania para desestabilizar a Rusia, apoyado por los países miembros de la OTAN, nos encontraremos con decenas de millones de personas que huyen en busca de asilo. Tal vez cada uno de nosotros un día podría convertirse en el mismo refugiado obligado a pedir ayuda a países extranjeros.

No existe otra posibilidad que la de acabar con las guerras. Todas las otras soluciones o son manipulaciones con fines electorales o un intento frágil e hipócrita de ayudar a la gente que escapa de esas mismas guerras de las cuales somos los responsables directa o indirectamente. En concreto, se necesita retirar los ejércitos de los territorios ocupados, como por ejemplo Irak, Siria, Afganistán, Libia, Palestina y también de Ucrania. Hay que realizar urgentemente una reunión internacional, posiblemente en Praga, dirigida por las Naciones Unidas, para acabar con los conflictos en Siria. Se debe acabar con la venta de armas, comenzando por los países como Arabia Saudita y Qatar, que son unos de los mayores financiadores de ISIS. Se necesita respetar las resoluciones de la ONU, se debe parar el proceso de militarización de la sociedad comenzando por nosotros mismos.

Como decía Silo, los conflictos desaparecerán solo cuando se comprenda la última raíz.

Es difícil para los gobiernos tomar decisiones en esta dirección. Los políticos son dependientes de grandes grupos financieros y por ende también de las industrias de guerra, que en los últimos años han visto crecer enormemente sus ganancias.

Solo un movimiento pacifista y no violento, inteligente y consciente, puede cambiar la dirección de los acontecimientos, saliendo de la lógica primitiva de la violencia y aspirando a un futuro con nuevos horizontes.

Cada acción y cada actividad en esta dirección no solo es necesaria, sino que también tiene sentido para quienes las cumplen, para la sociedad y para las futuras generaciones.

Traducido por: Melanie Iturralde