La encíclica del Papa Francisco Laudato Si, es una llamada urgente a un diálogo mundial sobre la cuestión definitoria del siglo 21: el cambio climático y el futuro del planeta. La encíclica papal se basa en la tradición del pensamiento católico respecto de la justicia social, las ciencias climáticas y las investigaciones en ciencias sociales contemporáneas que sostienen que la crisis ecológica global es una cuestión moral y económica.

La globalización basada en el mercado, afirma la encíclica del Papa, desmonta la creencia de larga data y demuestra que los frutos del progreso tecnológico y la lógica con fines de lucro sistémica generan crecientes niveles de desigualdad económica y devastación ecológica. Esta crítica contundente del sistema económico global actual, asegura a Francisco un lugar en la historia como un importante voz disidente del capitalismo contemporáneo y su impacto en la crisis ecológica y la justicia social global.

Adoptando un enfoque sistémico y crítico, la encíclica analiza el cambio climático en el contexto de la globalización, la tecnología y los crecientes niveles de desigualdad económica. En efecto, el documento considera que la crisis ecológica es fruto de un conjunto de problemas interrelacionados que se derivan de la dinámica sistémica de una economía, una política global, basada en el sector financiero, que favorece las ganancias especulativas a corto plazo sobre las personas, y amenaza el futuro colectivo del planeta. En pocas palabras, la globalización, la tecnología impulsada por el mercado y la desigualdad son los pilares básicos que han generado de manera conjunta la crisis ecológica.

GLOBALIZACIÓN: La globalización no es un fenómeno nuevo; tiene una larga historia de dominación colonial y el saqueo económico. La fase actual de la globalización ha dado lugar a la expansión de la forma implacable y depredadora del capitalismo corporativo. La globalización, tanto vieja como nueva, se ha justificado como la expansión de una «misión civilizadora» que se propaga a costa del progreso socio-cultural y técnico. No obstante, de acuerdo con las economías locales, la globalización corporativa no regulada y con fines de lucro las ha socavado, fomentado crecientes niveles de marginación económica, devastando a las culturas locales, y fundamentalmente dañado una compleja y frágil ecología del planeta. En resumen, la globalización corporativa se ha construido sobre los errores de la explotación y el crecimiento insostenible.

En la búsqueda de un crecimiento económico no regulado y depredador, tanto las personas como las ecologías locales han sido sacrificadas en el altar de las ganancias corporativas. Esta situación insostenible ha llevado al Papado y al pensamiento social católico a insistir en que «siempre hay una hipoteca social sobre toda propiedad privada». En esta línea, la encíclica afirma que «… tenemos que rechazar una concepción mágica del mercado, que sugiere que los problemas se pueden resolver simplemente por un aumento en las ganancias de las empresas y los individuos. «En este contexto, la encíclica coloca claramente a la gente y a la naturaleza sobre el crecimiento empresarial y las utilidades.

TECNOLOGÍA: El tema de la tecnología y el progreso son dos temas en la historia corporativa relacionados con los beneficios del «desarrollo» y el crecimiento económico. La sabiduría corporativa convencional – diseñada y construida para consumo general – sostiene que la tecnología y el progreso se entrelazan, que mejoran el bienestar social y que son económicamente, socialmente y políticamente neutras. La encíclica papal se enfrenta a esta supuesta obviedad tecnológica al afirmar que: «la economía acepta cada avance tecnológico con miras a un beneficio, sin preocuparse por sus efectos potencialmente negativos sobre los seres humanos «. En efecto, la tecnología y el progreso – que se define como la expansión de las actividades corporativas globales – produce un conjunto de consecuencias que son ecológicamente insostenibles, socialmente perjudiciales y moralmente sospechosas.

El uso de tecnología avanzada en el desarrollo de la agroindustria corporativa ha estimulado el volumen de las exportaciones de los países del sur. Sin embargo, esta forma de crecimiento desequilibrado y desigual ha aumentado la concentración de la propiedad de la tierra, alentó el uso de fertilizantes industriales ecológicamente nocivos, ha agotado los suministros hídricos escasos, y provocó el crecimiento de las mega ciudades afectadas por la pobreza, mientras atiza el desplazamiento y la migración global. El resultado final es una creciente crisis ecológica y social que agota la generosidad de la naturaleza, indebidamente penaliza a los pobres del mundo, y aumenta la inestabilidad política. En palabras de la encíclica «… una vez que determinados recursos se hayan agotado, se establecerá el escenario para nuevas guerras, aunque bajo el disfraz de reclamos nobles.» Esto es claramente un escenario oscuro y lúgubre. Sin embargo, teniendo en cuenta la lucha emergente por los escasos recursos, no es una posibilidad poco probable.

Mientras la encíclica plantea una crítica general y frontal a la economía mundial, no ofrece sugerencias programáticas para aminorar la crisis climática actual. La narrativa de Roma simplemente propone abrir el debate de abajo hacia arriba con respecto a este problema global urgente. Sea como fuere, la encíclica sostiene, en términos inequívocos: «Necesitamos … pensar en contener el crecimiento mediante el establecimiento de límites razonables … antes de que sea demasiado tarde.» Lo cual nos lleva a la pregunta: ¿el planeta ha alcanzado el punto de inflexión ecológica ? Como están las cosas actualmente, sabremos la respuesta a esta crucial pregunta muy pronto.

Arturo Ignacio Sánchez, Ph.D. es presidente del Comité de los neoyorquinos de Queens Community Board 3. Ha impartido cursos sobre la inmigración, el espíritu empresarial y la globalización en el Barnard College de la City University de Nueva York, la Universidad de Columbia, la Universidad de Cornell y la Universidad de Nueva York.