La reciente llegada al poder del partido de izquierda Syriza, asumiendo Tsipras como Primer Ministro, renueva las expectativas sobre los caminos que puede tomar este país para resolver su crisis. La promesa de Tsipras de terminar con los ajustes extremos genera expectativas favorables, pero la pregunta que surge es hasta qué punto se podrá cumplir sin romper definitivamente con el tutelaje de la Troika, declarar un default y salir de la eurozona. Para analizar estas opciones, debemos repasar sintéticamente cuales son las raíces de esta crisis y cuáles han sido las consecuencias de las políticas de ajuste aplicadas hasta ahora.

Es verdad que ya desde antes de la crisis financiera internacional, Grecia acumulaba un déficit y un nivel de deuda insostenible, y que la crisis general terminó de detonar. Es verdad que las cifras negativas de las finanzas griegas, fraguadas durante un tiempo por los gobiernos, mucho han tenido que ver con la corrupción de sus funcionarios, y con un exceso en los gastos. También es cierto que los niveles de competitividad de la economía helena, no se correspondían con el nivel de vida de algunos sectores de la población, y por lo tanto se financiaron con endeudamiento.

Pero también es verdad que cuando todo esto ocurre, es porque del otro lado hay alguien que está haciendo muy buenos negocios incentivando el endeudamiento para ganar con la especulación y la usura, promoviendo el consumismo para aumentar los ingresos de las multinacionales, o negociando con armamentos. Entonces el pueblo griego hoy sufre las consecuencias de la letal combinación entre políticos corruptos y el poder financiero, tal como viene ocurriendo en todo el mundo desde hace tiempo.

Muchos comparan la situación de Grecia y otros países europeos, con la situación por la que pasó Argentina en el 2001, y efectivamente hay algunos puntos en común. Durante los años 90 las políticas neoliberales aplicadas en el país, lo habían llevado a un colosal endeudamiento, con el que se financió durante unos años el mantenimiento de un tipo de cambio fijo bajo el régimen de convertibilidad que permitía importar bienes y servicios por debajo del costo real. Y también se financiaba con endeudamiento el déficit estatal y sobre todo las jugosas ganancias del capital especulativo que obtenía elevadas tasas de interés en dólares. Cuando el endeudamiento se hizo insostenible, estalló la crisis y hubo que declarar el default primero, y al poco tiempo abandonar la convertibilidad de la moneda, lo que provocó una devaluación mayor al 300 %. Pero la mayor crisis económica de la historia argentina, también provocó una enorme crisis institucional y política, que terminó con el signo neoliberal de los gobiernos. El perfil más progresista e industrialista de los nuevos gobernantes, permitió aprovechar los efectos de la devaluación para recuperar competitividad, aumentar las exportaciones, sustituir importaciones y recuperar el empleo. Y la decisión política de desendeudarse a través del desarrollo y el crecimiento, y no a través de ajustes ortodoxos, permitió que el país se recuperara antes de empezar a reestructurar su deuda, lo que luego se hizo bajo las condiciones ofrecidas por el gobierno local. Esto permitió una década de crecimiento y desendeudamiento inéditos, y una notable mejora en las condiciones de vida de la población. La situación de los últimos dos años, en la que debido al contexto internacional ya no se crece como antes y se convive con la inflación, de ninguna manera invalida el ejemplo de cómo se pudo salir de una crisis exitosamente y afianzar la economía durante 10 años, y eso se logró con políticas expansivas soberanas y no con planes de ajustes monitoreados por el FMI.

Tal vez no sea válido extrapolar totalmente el caso argentino a la situación de Grecia y otros países europeos en crisis, pero es claro que hay algunos puntos en común. En Argentina el régimen de convertibilidad monetaria impedía realizar ajustes devaluatorios que mejoraran la competitividad; situación similar tienen los países de la eurozona que no pueden manejar su política monetaria. La mejora en la competitividad generada por una devaluación puede tener efectos diferentes según sea el potencial productivo de cada país, y está claro que no puede verse con una solución mágica, porque en ese caso todos los países entrarían en una permanente competencia devaluatoria; pero es real que en el caso de los países en crisis con alta desocupación y déficit comercial, siempre tendrá un impacto positivo. En Argentina, la política de apoyo al consumo de bienes y servicios de los sectores más desprotegidos, en primer lugar benefició a la población, pero simultáneamente potenció el mercado interno y reactivó la economía, lo cual a su vez mejoró la recaudación tributaria. En cambio, las políticas de ajustes y austeridad extrema con los que algunos países europeos intentan equilibrar sus cuentas, sólo logran el sufrimiento de la población, mientras que las deudas siguen creciendo, o en el mejor de los casos se mantienen en el mismo nivel, porque los ajustes disminuyen los gastos, pero también los ingresos por efectos de la recesión.

Las consecuencias de los ajustes en Grecia hoy dejan a buena parte de su población en situación de emergencia; el incremento de los impuestos, el despido de cerca de 200.000 empleados públicos, las bajas en salarios y jubilaciones, y los recortes en el gasto social han tenido graves consecuencias. Con un 27,4 % de desocupados, un 30 % de la población sin cobertura médica, y un 10 % de niños con problemas alimentarios, la situación social es insostenible. Y con todos estos ajustes la economía se contrajo un 25 % acumulado desde el estallido de la crisis, por lo que la recaudación impositiva es más baja aún y no se logra bajar el déficit como para poder pagar la deuda. Mientras tanto el FMI y el BCE han optado por el salvataje financiero, no porque quieran salvar a Grecia, ni mucho menos a su pueblo, sino porque quieren salvar a los bancos, en su mayor parte alemanes y franceses, que se derrumbarían frente a un default. Y también buscan evitar que una caída final de Grecia y su posible salida del euro, sea contagiosa para otros países en crisis como España, Italia y Portugal. En definitiva, el sector financiero que es el principal responsable de las crisis de endeudamiento, también es el verdadero destinatario de los salvatajes coordinados por los organismos financieros internacionales, y continúa acumulando ganancias merced a su intermediación en todas las refinanciaciones.

Entonces, para respondernos a la pregunta sobre qué opciones tiene Grecia, tomando en cuenta todo lo dicho, será bueno aclarar cuáles deben ser los objetivos, cuáles los procedimientos, y quienes los ejecutantes. Porque para quienes aspiramos a una gran Nación Humana Universal, es lógico pensar que un paso intermedio, como lo es la integración regional, va en esa dirección, y podríamos concluir entonces que hay que hacer esfuerzos para que no se debilite la Unión Europea. Pero debemos preguntarnos si esta construcción europea es la construcción de los pueblos y para los pueblos, o si es una construcción de los poderes económicos para su propio provecho. Y hoy todo indica que, a la hora de las crisis, la prioridad no son las poblaciones sino los bancos. Por lo tanto, si queremos cambiar los objetivos, y que la prioridad sean los pueblos, tal vez haya que reformular todo. Porque desde luego que la salida de la eurozona por parte de Grecia tendrá un impacto importante y habrá dificultades; desde luego que lo mejor sería que todo esto se resolviera manteniendo la estabilidad de la UE. Pero para ello las decisiones debieran ser otras, el BCE debería manejarse como un Banco Central de un país cuyo gobierno busca el crecimiento y el pleno empleo, impulsando el desarrollo en cada lugar de su territorio. El BCE debería dar prioridad al gasto social para aliviar la situación de la gente, en lugar de desvelarse para que la inflación no suba del 2 % anual, y así proteger los activos financieros. Pero la UE no se fundó sobre la base de ideales humanistas, sino sobre intereses económicos con la impronta neoliberal. Por lo tanto será muy difícil que cambien sus políticas.

Es en ese contexto que el gobierno griego debiera plantearse los caminos a seguir. La prioridad debe ser la gente, y no pueden continuar los ajustes inhumanos para intentar generar un superávit que permita seguir pagándole a los acreedores financieros. Se debieran suspender los pagos de la deuda, al menos durante un período tal que permita al país recuperarse, mejorar su situación social y disminuir la desocupación, para luego de eso recién proponerse reestructurar su deuda para pagarla sin el sacrificio de la población. Y si a la UE le importara la situación de la población de Grecia, no solamente debería aceptar esta decisión sin tomar represalias, sino que además debiera ayudar financieramente a Grecia para que impulse su desarrollo. Pero como es muy difícil que los ejecutantes de una política expansiva emerjan de la Troika, seguramente que Grecia deberá salirse del euro para poder manejar su política monetaria y recuperarse por sí misma. Los problemas que esto puede generar en un primer momento, serán menores socialmente hablando de los que ahora vive la población griega. Seguramente deberán resolver muchos temas internos y luchar contra la corrupción de sus funcionarios, pero será para mejorar la calidad de vida de la gente, y no para enriquecer usureros.

Si la UE no se revoluciona por dentro y modifica sus políticas neoliberales, tarde o temprano Grecia, y tal vez otros países terminen saliendo del euro. Si eso ocurriera, no debiera verse como un retroceso en la integración regional, sino como un avance hacia otro paradigma de integración. Una integración en la que la prioridad sean los pueblos, y no quien hoy se ha convertido en su principal enemigo, la Banca.