Por Rodrigo Escalante.-

Como búsqueda de una paz que conduzca a la terminación del conflicto armado interno en Colombia y que permita abrir nuevos espacios de diálogo y reflexión en torno a la humanización de una guerra que ha dejado graves secuelas y transformaciones en la sociedad colombiana, se vienen concretando en la Habana, Cuba, una serie de diálogos con la guerrilla de las FARC para ponerle fin a décadas de violencia y terror en el que la población civil ha querido cerrar este capítulo negro en la historia reciente del país.

La salida pacífica y democrática de estos diálogos de paz es el principio para reconocer que la vía armada no es el camino indicado para conquistar el poder y el menos propicio para resolver los desacuerdos e inconformismos que se puedan generar sobre la forma de gobernar de un determinado país. La deshumanización de la guerra solo puede generar el ahondamiento del odio, la rabia y la desconfianza entre los integrantes de una sociedad que hoy más que nunca en su historia busca la forma de construir caminos de paz y no de violencia.

Por esto, es importante que la sociedad civil sea participe activa de estos procesos de diálogo para construir nuevos consensos que permitan una mayor visibilización de los acuerdos que se van dando en la agenda de las negociaciones, ya que la construcción de la paz se materializa en el momento en que se empiece a respetar las diferencias del otro y su forma de pensar, así como de siempre tratar de buscar el diálogo para poder resolver cualquier conflicto y diferencia que se puedan dar en el contexto de cualquier conflicto armado.

No obstante, en estos momentos es necesario diseñar un ambiente más propicio para la reconciliación que para el resentimiento, el debate que la confrontación, el respeto que la crítica. Estas herramientas deberían darnos la posibilidad de recibir a los desmovilizados de los grupos armados y darles la oportunidad de ser constructores de paz y no ser destructores de un proyecto que todo un país ha creído que se hará realidad con el aporte de cada persona.

Todo parece indicar que, si Colombia quiere construir una paz estable y duradera y a largo plazo, deberá contar no solo con el acompañamiento y apoyo institucional, sino también con la participación activa y decidida de la sociedad. No se trata únicamente de firmar un acuerdo de paz, se trata es de entender que la concentración de la riqueza, la tierra y los recursos que toda persona necesita para vivir, no pueden estar en manos de unos pocos, ya que esto solo generaría desigualdad y pobreza para cualquier país en el mundo. La guerra no se da solamente en el campo de las armas, también se da en la forma como actuamos a diario en nuestras relaciones cotidianas.

Con la obtención de una paz duradera, todo un país cambia y las expectativas a largo plazo también. Habría mayor confianza inversionista, una mejor calidad de vida y mejores niveles de felicidad, pues el presupuesto para la guerra disminuiría notablemente y se destinaria para las necesidades más apremiantes de toda una nación. ¿Se puede lograr?

La paz es demorada y necesita su tiempo, pero si empezamos desde este momento se pueden ir dando pequeños cambios que a largo plazo puede ir dando sus frutos más esperados.