Por Gonzalo Larenas Crichton

Mucha razón tenía el historiador Lord Acton cuando dijo: “el poder corrompe”, una teoría que la historia se ha encargado de demostrar una y otra vez, pero de la cual muy poco hemos aprendido, sobre todo en nuestro continente, donde la corrupción del poder solo alterna y en ocasiones esta alternancia se estanca, provocando con esto el aumento de los vicios que el tiempo en los cargos conlleva.

En Bolivia fue reelecto Evo Morales por segunda vez, sin duda un presidente con gran popularidad, con una excelente gestión que se ha visto reflejada en el apoyo incluso de sus contendores, pero que ha ido mostrando con el tiempo algunos vicios importantes, no de su persona, pero sí de todo un equipo que se repite el plato, y que como seres humanos que somos, seguramente no tienen la integridad que si logra mantener el mandatario, cayendo en abusos que son parte de la corrupción que genera el poder, sobre todo cuando no se ve en el futuro posibilidad alguna de cambios. La comodidad del Statu Quo da pie al compadrazgo, al estancamiento y a la falta de fiscalización, ya que los demás líderes pierden fuerza y con esto decae la democracia.

No solo Bolivia permite la reelección, tenemos muchos casos en el continente, algunos incluso realmente fatales para el desarrollo de la región, pero con esto no quiero decir que estoy en contra de Evo Morales por el solo hecho de ganar una reelección, al contrario, admiro su persona, liderazgo y trabajo, no me refiero a él con esta crítica, me refiero a lo que pasa bajo su mando, a los mandos medios, los más vulnerables, los que fácilmente son manipulados por distintos poderes para conseguir desde beneficios personales hasta empresariales, institucionales, etc.  Con estos es que hay que tener cuidado.

Lamentablemente los grandes líderes al ser reelectos tienen otros objetivos, seguir gestionando el futuro, generar fuentes de trabajo y desarrollo, potenciar su imagen, generar lazos internacionales entre otras muchas cosas que terminan muchas veces por desgastar su figura, además de no tener el tiempo suficiente para evaluar el actuar de su propia gente, su propio equipo. Toda la estructura se ve dañada por lo potente de su figura, que se aleja de lo periódico, esencial para una buena administración.

No debemos tampoco preocuparnos por el futuro próximo de Bolivia, sabemos que el auge se mantendrá económicamente por un tiempo, como países en vías de desarrollo, nuestra fiesta dura hasta que se acaba el trago, en este caso las materias primas, porque de I+D apenas se habla.

Como países debemos preocuparnos por nuestro futuro, que debido a la falta de liderazgos que caen muchas veces por los vicios del poder, que imposibilita otras visiones, desaparecen dañando fuertemente a nuestras democracias, dejando a los mismo de siempre en el poder, algunos reelectos y otros repartiéndose el plato en sistemas binominales como en Chile, donde solo existen dos sectores con posibilidades reales de ser electos, a pesar de no haber reelección directa, hay reelección de sectores políticos que mantienen la misma problemática.

La reelección de poderes y presidentes sin duda daña la democracia, no importa que tan efectivo sea un liderazgo, si los cargos se mantienen tienden a sucumbir ante la viciosa corrupción que genera el poder, mostrando que la ambición del ser humano es potente y su integridad muy frágil, se olvidan rápidamente los ideales y los intereses personales comienzan como en todo a ocupar el primer lugar.

El problema está en cómo erradicar esta problemática, y como único camino está la participación ciudadana, mejorar la fiscalización y la transparencia, el poder que hoy tiene un ciudadano se demuestra a diario en casos de imagen empresarial, lo que no se ha extrapolado a la gestión pública, donde sería importante contar con esta nueva forma de convivir. La integración y el reencantar a la juventud que hoy está más preparada, es esencial, contando con un buen desarrollo en educación cívica parcial y de calidad.

Nos quejamos de la falta de liderazgos, pero nuestro sistema impide que aparezcan nuevos, reprimiendo ideas y generando una imposibilidad de competir contra máquinas establecidas que protegen su comodidad en el poder con toda la fuerza, debemos romper el statu quo y generar una nueva visión para Latinoamérica en la que se permita el cambio, movimiento único que genera movimiento, acción que determinará nuestro protagonismo en el futuro.