La paz es la ausencia de guerras, es la convivencia sin conflictos, pero no podemos limitar la noviolencia a la ausencia de violencia. Si bien es un fin que se busca lograr, la noviolencia es, ante todo, la resistencia a todas las formas de violencia. Por lo tanto, esto transmitido al periodismo ubica al periodista en un activista contra la violencia.

Esto que podría parecer banal, sutil o un simple matiz, es bastante revolucionario, porque implica salirse del rol de cronista aséptico para convertirse en un cronista crítico y sagaz. Y al contar una secuencia, un hecho, una postura, no sólo se debe mirar lo anecdótico y accesorio, sino todos los contextos. Porque un delito no se puede explicar sin comprender el funcionamiento de los desplazados del sistema, sin mirar el sistema educativo, el represivo, la contención social del entorno, las políticas macro, los modelos inculcados, los referentes sociales en boga y un largo etcétera. Y se da la paradoja que como comunicadores, los periodistas se convierten en analistas de su propia labor, porque no es inocuo lo que se escribe en una portada de un periódico, lo que se dice por radio, lo que muestra la caja boba. No sólo no es inocuo, sino que además en los medios de comunicación se expresan muchos intereses y no precisamente los más nobles.

Así que nos encontramos con la necesidad de generar una mirada humanizada para no cosificar las noticias. Quiero decir, las víctimas no son meras estadísticas, un recorte en el presupuesto sanitario no es solamente una medida económica y que los bancos suban o bajen las tasas de interés no son decisiones comerciales, o, al menos, no son sólo decisiones comerciales.

Con la globalización también hemos tenido que aprender a desentrañar los intereses transnacionales, las repercusiones continentales y extracontinentales de los sucesos. Durante la guerra de Vietnam eran los estadounidenses los que se manifestaban en contra, cuando Bush decidió invadir Afganistán hubo una respuesta global que le dijo “No en nuestro nombre”, “no más sangre por petróleo”. Fueron miles de ciudades en más de cien países donde millones de personas se sintieron concernidas por este ataque delirante. El pacifismo volvió a reaparecer con fuerza, pero muchos analistas han visto también como el pacifismo espontáneo sin una conducta permanente de noviolencia no es suficiente para detener estas agresiones.

Suena muy pretencioso que el periodista se plantee frenar las violencias a través de su trabajo, pero sí, es lo que estamos diciendo. ¿Cómo uno se puede proponer avanzar en esta lucha noviolenta y llevarlo adelante en cada acto de su trabajo? En el fondo, somos incluso más pretenciosos, porque aspiramos a que cada ser humano desde su lugar, desde su labor sea capaz de trabajar para erradicar la violencia. De hecho, contamos con que cada uno vaya siendo menos violento en su vida personal y colectiva.

Por supuesto, la agenda de la Agencia también tiene otro enfoque, en la búsqueda permanente de esas noticias que pueden despejar un poco la niebla de los obuses, el bombardeo incesante de los medios de comunicación relatando las atrocidades que se cometen a diestra y siniestra o mostrando, impunemente, la comunicación del sinsentido. Todo aquello distractivo y que promueve ubicar como eje de la vida de las personas el consumismo y los antivalores para una sociedad humanizada.

La agencia quiere ser promotora de los cambios positivos de la humanidad y lucha por la democratización del acceso a la información, pero sobre todo a la igualdad de posibilidades para la comunicación.