Con la inauguración de la Sala de Meditación del Parque de Estudio y Reflexión Paravachasca, en Córdoba, ya son 11 las salas de la espiritualidad siloísta en el mundo, emplazadas en distintos continentes, albergando a la diversidad humana en su más asombrosa expresión. El pasado sábado 19 de abril, en el límite entre la localidad de José de la Quintana y San Isidro, a pocos kilómetros de la capital cordobesa, se dio por inaugurado este nuevo espacio. Pressenza fue parte de la jornada. En la presentación del encuentro habló Javier Tolcachier, integrante del Centro Mundial de Estudios Humanistas y parte del equipo impulsor del Parque Paravachasca. Sus palabras son compartidas aquí para todos nuestros lectores.

Queridas amigas, queridos amigos,

Quisiera compartir con Uds. una breve reflexión sobre el significado de esta

Sala que hoy inauguramos, que hoy consagramos a los mejores propósitos.

La forma exterior de esta construcción alude a lejanos templos que nos

remiten, en una larga continuidad histórica, a aquella necesidad que ya

desde muy temprano sintió el humano por develar verdades que lo ayudaran

a saltar por sobre el absurdo de un final preanunciado. Intuiciones que

señalaran el camino para que florecieran aquellas semillas de inmortalidad

que sentía dentro.

[media-credit name=»Mariano Tarditti» align=»aligncenter» width=»600″]SalaParavachasca2[/media-credit]

Senderos de elevación interior, que como la delgada línea que parte de su

cúpula, nos conecten con los infinitos mundos y mucho más allá.

Y así como el héroe de esta edad vuela hoy hacia las estrellas, hacia regiones

antes ignoradas, va impulsado, sin saberlo, hacia el interno y luminoso

centro.

Así, nuestra Sala, nos invita a traspasar su umbral hacia esa luminosidad.

Cuatro entradas se abren ante nosotros. Éstas nos recuerdan aquellas vías

por las cuales la Humanidad intentó ya desde antiguo y a través de variados

procedimientos, conectar con lo Profundo. Algunos trabajaron con la

Energía, otros cultivaron las Formas, laboraron la Materia o contemplaron la

Mente, todos ellos unidos por el intenso deseo de rebelarse ante aparentes

sentencias naturales y explorar experiencias inspiradoras.

[media-credit name=»Mariano Tarditti» align=»aligncenter» width=»600″]SalaParavachasca3[/media-credit]

Y claro que el recinto principal, el interior, está concebido para posibilitar

estas experiencias de inspiración.

Por esto, la significación de la Sala está dada por aquello que no tiene. O,

dicho de otra manera, por lo que imperceptiblemente contiene.

Al entrar en ella, notamos que no hay imágenes, ni íconos. Es como una

pantalla vacía que invita a que cada uno traduzca y proyecte en ella los

mejores sentimientos, las más sentidas aspiraciones, los más elevados

propósitos, las más bondadosas acciones. Esta falta de estímulo externo

permite a todo ser humano, cualesquiera sea su condición, edad o

procedencia cultural, conectar libremente con su interioridad, sin la

imposición externa de símbolos o signos. Esto abre las puertas para que cada

quien consulte en lo profundo de su ser a sus queridos sabios, sus lejanos

místicos, sus mayores poetas o a sus lejanos y más profundos guías. De este

modo, la diversidad puede encontrarse en ella, en situación de relacionarse

desde su humanidad esencial. Haciendo referencia a esa dirección de

convergencia, el Maestro Silo nos proponía: “Si tú profundizas en ti y yo en

mí, allí nos encontraremos”.

[media-credit name=»Mariano Tarditti» align=»aligncenter» width=»600″]SalaParavachasca4[/media-credit]

Por otra parte, el espacio semiesférico interior, también exento de objetos,

contiene un enorme vacío, apto para conectar con uno mismo. En este

punto asoma una reflexión: en este mundo lleno de objetos, de brillantes

colores y originales formas, en este mundo bullicioso y acelerado, ¿qué

podría ofrecer de interesante una forma vacía y silenciosa? ¿Qué promesa

de éxito, qué resultados externos, qué tipo de eficacia puede darnos un

lugar así? Seguramente ninguna. Y justamente, en ese énfasis del vacío,

en ese recogimiento que no distrae con sentidos provisorios, en ese suave

detenimiento de la carrera en busca de pasajeros entretenimientos e inertes

cosas, reside su potencia.

Ese intencional vacío es la antesala de un mundo que vive en nuestro

interior, de aquello que realmente está vivo en nosotros y en todo. Es

la invitación a descubrir señales en lo profundo de nuestro ser, que nos

ayuden a afirmar nuestro anhelo de trascendencia, de sentido en la vida, de

inmortalidad.

En ese reposo, en esa quietud desprovista de fanfarrias o estridencias,

podremos preguntarnos en calma ¿quién soy? ¿hacia dónde voy?

En ese acceso a regiones profundas de la mente humana, cuando nos

situamos con una cálida predisposición, con una actitud amable y paciente,

cuando logramos esa vibración poética y emocional que nos conecta con

todo lo existente, allí se abren paso las mejores respuestas.

Y entonces descubrimos que no hay sólo vacío en estas salas. De repente

nos damos cuenta que en estas Salas hay otros seres humanos, necesitados

de dar un sentido a la propia vida que no se agote en la derrota final de la

simple supervivencia, que salte el cerco de la individualidad, abriéndose a la

fraternidad de una esencia compartida.

En estas Salas, en estos Parques, recuperamos la alegría y el amor verdadero,

aquel que no amenaza con castigos de ultratumba, que reniega de la culpa

y del sacrificio, que no opone lo terreno a lo eterno, que ama al cuerpo, a la

naturaleza, a la humanidad y al espíritu.

En estas Salas, en estos Parques, aprendemos a superar el dolor y el

sufrimiento en nosotros mismos, en nuestros próximos y en la sociedad

humana. Aprendemos a superar la violencia que hay en nosotros y fuera de

nosotros. Queremos lograr una reconciliación profunda con nosotros mismos

y con aquellos que nos han herido.

Desde estas Salas, desde estos Parques, aspiramos a vivir una vida de unidad

interna, de coherencia entre aquello que pensamos, sentimos y hacemos.

Nos proponemos dar cumplimiento a aquel gran principio que nos dice: “Si

tratas a los demás como quieres que te traten, te liberas”.

Y a este gran intento de liberación convocamos a todos, preparando el

tiempo del nuevo ser humano que vendrá. Gracias a todos por ser partícipes

de ello.