Primera parte de un extenso artículo que nos permite adentrarnos en la realidad michoacana y las autodefensas que se enfrentan a los carteles del narcotráfico mexicano.

Por Georgina Moreno

Si usted ha comido un aguacate Hass o un limón verde, cuyo lugar de procedencia diga México, lo más seguro es que ese producto provenga del estado mexicano de Michoacán, cuya región de Tierra Caliente se ha convertido en la primera exportadora mundial de esos productos.

Desde hace varios años los prósperos productores agrícolas y ganaderos de los ranchos y huertas de esa región, comenzaron a sufrir las extorsiones de delincuentes que les cobraban por cada hectárea de producción, por cada animal en pie o tonelada de producto transportado, extendiendo luego su sistema fiscal criminal a todas las actividades productivas de la región: comercios, panaderías farmacias, carnicerías y tortillerías se vieron obligados a pagar una cuota, de lo contrario se exponían a ver su negocio incendiado, ser secuestrados, torturados o incluso hasta perder la vida.

Los habitantes se sometieron y durante años vivieron asolados por los abusos que les infringían sus despiadados expoliadores, sin oponer mayor resistencia, frente a lo cual los criminales florecieron y progresaron en los abusos.

De esta manera pasaron once largos años, hasta que hace casi exactamente un año, el 24 de febrero de 2013, apareció en tres pueblos de esa región (Tepalcatepec, Buenavista y la Ruana) el primer grupo de resistencia que se autonombró Consejo Ciudadano de Autodefensa.

El surgimiento de este grupo fue el resultado de once años, no sólo de las extorsiones a toda actividad productiva, que sufrían cotidiana y sumisamente los habitantes de esa zona, sino también de secuestros, violaciones, desapariciones y asesinatos cometidos contra los habitantes de los pueblos de esa región de Michoacán por el crimen organizado, encarnado primero en un cartel que dio en llamarse «la Familia Michoacana» y que a causa de disidencias y divisiones se convirtió en el cartel de “los Caballeros Templarios”, cuyos miembros se paseaban insolentes por los pueblos, explotando a los habitantes y abusando de sus mujeres, hermanas e hijas.

Inspirados en las policías comunitarias de la meseta purépecha, el Consejo de Autodefensa empezó por tomar el control de la seguridad de sus pueblos, armándose y poniendo retenes de seguridad a la entrada de los mismos, creando rondas de vigilancia para proteger sus propiedades y por arte de magia, en 3 semanas lograron la completa pacificación de esos pueblos, donde la criminalidad disminuyó un 75%, despareciendo, prácticamente, los crímenes de sangre, quedando éstos limitados a aquellos en donde se registraban enfrentamientos armados contra miembros del cartel de los Caballeros Templarios, que hasta entonces había llegado a controlar toda la región.

A lo largo de los siguientes 11 meses, los grupos de Autodefensa fueron extendiéndose a otros pueblos de la región, cuyos habitantes se declaraban dispuestos a organizar su propia seguridad y solicitaban el apoyo del consejo. Así las autodefensas fueron ampliando su territorio de acción a otros pueblos como Coalcomán, Chinicuila y Villa Victoria y aunque nunca contaron con el apoyo oficial de las autoridades locales, estatales o federales (muchas de ellas, particularmente, las municipales y estatales eran expulsadas de los pueblos cuando los autodefensas se establecían en ellos, acusadas de colusión con los criminales), en la práctica, el ejército mexicano, con frecuencia, cubría la retaguardia de las Autodefensas.

Al poco tiempo de su establecimiento, los miembros del Consejo fueron adquiriendo mejores armas y una cierta formación, experiencia y organización interna y los pueblos donde la seguridad quedó bajo su responsabilidad, se restableció una cierta normalidad en la vida cotidiana. Las niñas y jóvenes podían caminar en la calle, dejándose ver, sin temor a ser levantadas y vejadas por los criminales. Las calles de los pueblos recuperaron la seguridad que gozaban en otros tiempos, cuando en esos quietos pueblos de la campiña michoacana la gente vivía tranquila sin que nadie les importunara.

Conforme pasaron las semanas y los meses, los Autodefensas lograron garantizar la seguridad de sus pueblos y sus propiedades y otros pueblos comarcanos comenzaron a imitarlos. El establecimiento de los grupos de Autodefensas empezó a extenderse a otros lugares de la región, hasta comenzar a llegar a los linderos de las jurisdicciones bajo el férreo control de los Caballeros Templarios, en particular la ciudad de Apatzingán, principal centro urbano de la Tierra Caliente michoacana, donde viven unos 130 mil habitantes, considerado también el principal bastión del cartel templario. Todo esto no sucedió sin que se registraran repetidos ataques de los criminales para recuperar sus antiguas posiciones.

El establecimiento de guardias de autodefensa en pueblos como la Huacana y Churumuco, ocurrida a principios de diciembre de 2013,  anticipó la ofensiva que se emprendería contra los pueblos controlados por el cartel criminal. Esta ofensiva comenzó el 4 de enero cuando las Autodefensas tomaron el pueblo de Parácuaro, considerado uno de los bastiones importantes de los Templarios. Pocas horas después de la entrada a Parácuaro, uno de los principales portavoces de la coordinadora de autodefensas, el Dr. José Manuel Mireles, sufrió un accidente aéreo, aun no elucidado, lo que hizo creer que las Autodefensas, al quedarse sin uno de sus principales líderes, ya no continuarían ocupando nuevos sitios y comenzarían la retirada.  

Sin embargo, nada de eso ocurrió. Tras cuatro días de continuos bloqueos carreteros para exigir la salida de las Autodefensas de Parácuaro, frente a la indiferencia de la partida militar estacionada a 5 kilómetros del lugar, el Consejo decidió avanzar y el 10 de enero tomaron el control de la tenencia de Antúnez, municipio de Parácuaro y en el sur, al pueblo de Coahuayana. La entrada a la tenencia de Antúnez fue tan sorpresiva, que provocó los más temerarios rumores, sobre todo aquel que aseguraba que las autodefensas llevarían a cabo ese mismo día la ofensiva contra Apatzingán.

Frente a los rumores del avance inminente del Consejo a Apatzingán, un grupo de desconocidos bloqueó los accesos a esa ciudad con vehículos pesados, incendiándolos. En el camino que conduce a Apatzingán, un camión con 20 toneladas de limones fue incendiado. El objetivo de los criminales era paralizar toda actividad productiva de la región, a fin de asfixiar económicamente a sus habitantes, para que fueran éstos los que exigieran el retiro de las Autodefensas.

El servicio de transporte foráneo procedente de Morelia, capital del estado, había sido suprimido en días anteriores, pero a partir del 10 de enero fue completamente cancelado y todos aquellos que se hallaban en Apatzingán, se encontraron atrapados allí. Las escuelas cerraron sus puertas desde el 8 de enero y todo aquel que pudo abandonar el pueblo lo hizo, antes de que la violencia les alcanzara.

Sin duda, los criminales empezaron a encontrar resistencia entre la población de Apatzingán, lo que explicaría la ola de violencia que se registró la tarde del 10 de enero en ese lugar, cuando fueron incendiados varios comercios. Esa misma noche un grupo de desconocidos provocó el incendio del palacio municipal, su biblioteca pública local y otros establecimientos comerciales del pueblo, que sufrieron graves daños, advirtiendo que harían lo mismo con la catedral y el mercado, a pesar de que el ejército patrullaba las calles del lugar desde las 18h00. Desde el 10 de enero, los extorsionadores ordenaron el cierre de todos los negocios de Apatzingány en los casos donde días después, los dueños, forzados por la necesidad, desatendieron la orden, vieron sus comercios incendiados, sin que se registrara la detención de ningún responsable de esos actos criminales, a pesar de la presencia numerosa del ejército, que se convertía, por omisión o incapacidad, en cómplice de los Templarios.

 

En los últimos meses se han multiplicado en la prensa los artículos referentes a los guardias de autodefensas, saltando de los medios alternativos, hasta la prensa internacional. En todos ellos se han vertido las más diversas opiniones, donde se polemiza sobre su legalidad, su legitimidad, cuestionando su futuro. Sin embargo, desde los primeros días de enero del 2014 se registró en la prensa nacional una ofensiva mediática, tratando de socavar el prestigio que había logrado conquistar el Consejo de Autodefensa, estigmatizándoles ante la opinión pública.

En los primeros días de enero arreciaron las acusaciones que señalaban a las Autodefensas ya sea de ser el brazo armado del cartel de Jalisco, grupo delincuencial ligado al cartel de Sinaloa (argumento usado desde meses antes por los templarios), o también de ser los operadores milicianos del gobierno federal encabezado por Enrique Peña Nieto, interesado en promover el paramilitarismo, ofreciendo como prueba que en sus declaraciones los principales portavoces de las Autodefensas no cuestionaban a las autoridades estatales y federales, lo que se confirmaba con la “evidencia” de la protección que las autoridades federales ofrecieron al Dr. Mireles al trasladarlo a un hospital de la ciudad de México, luego del accidente aéreo que sufrió. 

También se les acusó de estar al servicio de ambos, a quienes se les ha señalado como aliados. Pero esa misma prensa no recordó las acusaciones que a mediados de 2013 lanzó Mireles contra del gobernador interino Jesús Reyna, acusándolo de ser Templario, señalando la existencia de un vínculo familiar entre las esposas de Reyna y uno de los templarios más famosos, Servando Gómez “La Tuta”, que son hermanas.

 No es casual que la campaña de opiniones contra las Autodefensas arreciara cuando aumentaba la posibilidad de que los Autodefensas tomasen el control  de Apatzingán y con ello la posibilidad de arrebatar al cartel el control de todo el territorio michoacano.

 

Lo cierto es que el control de la ciudad de Apatzingán es fundamental para poder barrer con el poderío de los Caballeros Templarios y ese punto debió ser considerado por el Consejo de Autodefensas como un elemento estratégico fundamental: quien controle el centro nodal de la economía regional, controla toda esa zona, cuyo peso en la economía estatal y nacional, no es insignificante. No es la primera vez que las Autodefensas han intentado entrar a Apatzingán. De hecho, se dice que esa población se encontraba incluida en el proyecto de la formación del Consejo de Autodefensas que se levantaría en contra de la delincuencia el 24 de febrero, pero una fuga de información y los promotores se vieron obligados a cancelar su proyecto. El 26 de octubre de 2013 hubo un nuevo intento de entrar, pacíficamente, a Apatzingán, para realizar un mitin en la plaza central e invitar al pueblo a unirse y organizar la defensa de su ciudad; pero el ejército impidió que las Autodefensas entraran con sus armas y al llegar al pueblo fueron recibidos con granadas y balazos, disparados por francotiradores apostados en los tejados. Las imágenes del recibimiento son escalofriantes y los policías federales no osaron oponerse y los efectivos del ejército mexicano, presentes en la acción, confesaron que el Ejército sólo actuaba como un árbitro de la contienda, aunque impidieron que los civiles fueran masacrados. Las Autodefensas tuvieron que replegarse y regresar a sus pueblos.

El avance de enero del 2014, en efecto, debía estar orientado a establecer un grupo de autodefensas en Apatzingán y la violencia registrada en la ciudad el 10 de enero, en contra de establecimientos comerciales y edificios públicos, delata, en efecto, la existencia de bases de apoyo a favor de las Autodefensas, los que sin embargo no se sienten, suficientemente, fuertes para hacer frente a los depredadores.

Pero tampoco las autoridades locales se sienten, suficientemente, fuertes para hacer frente a los Templarios, convirtiéndose así en cómplices activos o pasivos del poder que el grupo criminal ejerce en esa ciudad y sus alrededores, cuyos miembros se pasean a sus anchas, llevando una vida llena de lujos, como lo atestigua una fotografía publicada el 13 de enero, en la edición digital del Time, que es la casa de “one of the most wanted Knights Templar leaders”, como reza el pie de página.

No obstante, todo indicaba que nada podía detener el avance de las Autodefensas y el 12 de enero entraron al pueblo de Nueva Italia, considerado el bastión histórico del cartel de los Caballeros Templarios, que además, es uno de los seis municipios que circundan Apatzingán.

La respuesta de los criminales al avance de las Autodefensas fue el bloqueo a los accesos carreteros al pueblo de Nueva Italia con camiones incendiados, sin que ninguna autoridad interviniera, ni el ejército, ni la policía local, estatal o federal; y el resultado de los enfrentamientos armados entre los guardias de autodefensas y los criminales fue de, al menos, un muerto y dos heridos entre los civiles, pero estos lograron el desalojo de los Templarios.

El día 13 de enero se reunieron en la capital de Michoacán, Morelia, el secretario de la gobernación, encargado de la seguridad interna de México y el gobernador del Estado de Michoacán, quien se encuentra aún convaleciente de una grave operación de trasplante de hígado, que lo tuvo alejado de la gubernatura seis meses, de abril a octubre de 2013, un poco más de un año después de haber iniciado su mandato. Los funcionarios firmaron un acuerdo, donde ambas autoridades se comprometieron a colaborar para restablecer la tranquilidad y la seguridad en la Tierra Caliente de Michoacán, ordenando el desarme de las Autodefensas. Esa misma noche se presentó en el canal televisivo más importante del país y en su noticiero de mayor rating, una entrevista donde el Dr. Mireles, convaleciente, demacrado y recién salido de terapia intensiva, tras el accidente aéreo del 4 de enero, leía un comunicado en el que llamaba a las Autodefensas a entregar las armas.

Casi simultáneamente a la aparición en televisión, comenzó a circular por internet y en las redes sociales el mismo video, sin editar, donde el Dr. Mireles señalaba que él no tenía ninguna potestad para ordenar la entrega de las armas y que ello no debía tener lugar sino hasta fueran hechos prisioneros todos los capos criminales.