Texto de las palabras de Luis Ammann en la presentación del libro de Pía Figueroa (Silo, el Maestro de nuestro tiempo, Centro Cultural de la Cooperación, Buenos Aires, 1 de octubre de 2013)

Leí el libro de Pía en dos días seguidos, dedicándole las horas que tenia disponibles, y algunas más. Me interesaron los temas y me atrapó la fluidez y la amenidad de la escritura que tiene la virtud de involucrar al lector y hacerlo testigo, cómplice, partícipe de lo que ella cuenta. Por eso, cuando hace unos días me convocó para que expresara mis impresiones, no dudé en hacerlo y en agradecerle esta posibilidad de referirme a un material que me parece importante para comprender el fenómeno del Siloísmo.

 

El texto ofrece la posibilidad de diversos abordajes pero he preferido, en honor a la brevedad, considerar unos pocos temas. En primer lugar, una ubicación frente a la estructura de la obra; en segundo término, la referencia a Silo como el Maestro de este tiempo, destacando las facetas que Pía Figueroa ilumina en este hombre singular, con quien tuvimos el privilegio de trabajar durante 41 años; y, finalmente, una mención al modo de escribir de la autora.

 

Hay 40 títulos en el índice del libro que se resuelven en 190 páginas de lectura placentera. Son relatos que tienen en común que Pía cuenta algún suceso en el que participó, reflexiona sobre el mismo y comenta sus impresiones sobre la enseñanza que dejan. Como ella tuvo la oportunidad de conocer a los grupos siloístas cuando sólo tenía 15 años y la acción pública de Silo recién comenzaba, ha sido partícipe de casi todos los hechos importantes que han transcurrido en las últimas cuatro décadas.

 

En una clasificación de trazos gruesos, encontramos cuatro diferentes formatos de relatos. Unos que son encuadrados en situaciones cotidianas, ilustrativos del contexto social y político de la época, donde nos informamos de hechos significativos para ella como individuo. Entre éstos, a modo de ejemplo, citamos “La estampita”, “Dispersiones”, “El cuadernito” (donde conocemos su actividad política en Chile), “Raspaditas y medialunas”, “La última vez que cenamos juntos”…

 

En otros, la escritora ambienta la situación y describe con fidelidad los hechos, deteniéndose en  los temas desarrollados por Silo en esa ocasión precisa. Destaco entre estos “El Gran Salto”, “Corfú”, “Canarias” (1978), “Seminarios europeos”, “Los Actos públicos”…

 

Un tercer grupo lo constituyen aquellas narraciones donde introduce, con breves referencias espaciales y temporales, la transcripción de charlas completas de Silo, algunas poco conocidas. Ejemplo de ellos son “Los procesos”, “El Movimiento”, “Convergencia”, donde aparece Silo frente a la mundialización; “Dinero de plástico”, un alerta sobre el poder financiero, el consumo y el endeudamiento personal; “Los medios de difusión”, un análisis anticipatorio de lo que vivimos hoy; “Plaza de Mayo”, único discurso netamente político de un Silo que parecía estar en campaña electoral pero que, en realidad, había salido a advertir sobre el desastre que se avecinaba en Argentina. Leemos a Pía Figueroa,

refiriéndose a esta ocasión: “Silo había dado su grito de alarma ante el naufragio inminente. Como el silbato del salvavidas o el ulular de la sirena del vehículo de rescate, sus palabras resonaban indicando por dónde avanzar para evitar el colapso total”. Coincidimos con su juicio y también con su afirmación  de que “Silo no volvió a tomar la palabra en ningún otro acto político. Esa fue la primera y la última vez que lo hizo.”

Un cuarto grupo está constituido por enseñanzas que Silo le dejó a ella misma -apuntemos entre estos “Una silla incómoda”- o a grupos pequeños de interlocutores casuales o invitados que estaban en el sitio preciso y en el momento oportuno. “2010, el año en que hicimos contacto” tiene la singularidad de girar en torno a la literatura y al cine cumplimentando a Ena Ruitort, escritora chilena, autora de “Aguas de mil colores”, a Arthur C. Clarke (¿se acuerdan? escritor de “El fin de la infancia”, escribe) y también a Stanley Kubrick, uno de los directores que Mario consideraba. En “Los rusos”, Pía celebra la inteligencia y el humanismo al que Sergei Semionov -nuestro hombre en Moscú- había llegado por vía del razonamiento científico aplicado a las ciencias sociales.

 

Todo el libro es interesante -como dijimos- pero algunos relatos resultan fascinantes  por el modo en que están contados y por la enseñanza que Silo imparte; muchas veces, apenas un monólogo en voz queda,  como si hablara consigo mismo. Los grandes temas aparecen en el contexto de una comida u otras circunstancias cotidianas, menores, normales, que Pía maneja con soltura, logrando que el lector sienta la cercanía con un Silo hombre y sabio a la vez. No voy a citar los que me impresionaron porque es posible que distintos lectores se hechicen con otros cuentos, pero estoy seguro de que todos van a quedar gratamente impresionados.

 

Algo que no puedo dejar de destacar es la honestidad intelectual de la autora, quien aclara que (cito sus palabras) “estos relatos breves no son sino mi propia interpretación de lo vivido. Historias, memorias, impresiones contadas desde mi perspectiva. No pretendo explicar lo que Silo enseñó. Estas líneas son para aquellos que no saben como fue estar a su lado, para quienes se preguntan de qué hablaba en diferentes situaciones, cómo era, de qué modo orientaba e iba señalando un camino”.

 

Reitero: no pretende Pía que la verdad objetiva habla por su boca, sino que cuenta desde su perspectiva y lo hace explícito: este es un aspecto a resaltar y que se agradece.

 

“Silo, el Maestro de nuestro tiempo”, es un material rico en información veraz sobre un fenómeno que surgió en los años 60 y trascendió el espacio y el tiempo.

 

El significado de la palabra Maestro está claramente expresado por la autora del libro en el prólogo. Allí leemos: “Los grandes Maestros de la historia humana surgen en tiempos especiales y sus coetáneos no siempre advierten ante quién están. Es más -agrega-, habitualmente ha ocurrido  que los contemporáneos tienen  dificultades para apreciar sus enseñanzas o las degradan”. Y explica: “Como ponen en tela de juicio las creencias de la época aguijoneando al espíritu, salen al paso los defensores del Sistema y se genera una fuerte reacción de rechazo a sus propuestas. Quizá sea esa misma hostilidad, justamente, uno de los indicadores de la grandeza de un Maestro”.

 

En cuanto a Silo y a la persona de Mario Luis Rodríguez Cobo,  o sea: el Maestro que aparece tras los grandes trazos descriptivos de la autora, o cuando se detiene en los detalles, citaremos algunos ejemplos y les adelantaremos algo de la temática tratada.

 

“El gran salto”, describe a un hombre joven (cito), “un ser de increíble osadía, capaz de franquear los límites de los humano. Su  extraordinario manejo corporal nos sobrecogió. Y luego vino el desarrollo intelectual de gran precisión conceptual, salpicada de ironía, humor y un histrionismo fenomenal que permitía acceder a una experiencia de comprensión incluso de los más complejos desarrollos sobre la estructura de la conciencia y aquello que la trasciende…”(fin de la cita). En reiteradas ocasiones Pía alude a la alegoría que le parece ver detrás de un gesto, una palabra o una acción del Maestro. En este caso, relaciona el salto que da Silo para acceder al escenario bloqueado por el público, con su propia decisión de seguir sus enseñanzas. Lo expresa así: “consciente de estar ante el Maestro de la época” -dice- comprendí en profundidad lo que implicaba tomar la decisión de seguirlo. Era aprender a dar el salto cualitativo que nos estaba mostrando, con cuerpo y alma. Significaba una osadía extraordinaria. ¿Había algo más importante, más fascinante que ello?”. (fin de la cita)

 

La descripción de los estudios realizados en 1975 en Corfú, Grecia, es una síntesis de temas fundamentales del Siloísmo. En esa isla donde coincidimos con Pía Figueroa, se estudió, se investigó y se recibió una enseñanza; y ese material conformó primero el libro de “Autoliberación” y, más tarde, “Apuntes de Psicología”.

 

Refiriéndose al papel de Silo en esa ocasión, describe su trabajo con los grupos de estudio y la vida cotidiana del siguiente modo: “Él encuadraba los temas, fijaba el interés, el punto de vista con qué abordarlos, la manera en que lo haríamos, los procedimientos a usar. Recogía también las opiniones y relatos de experiencias, siempre atento a cada pregunta o comentario e iba hilvanando, noche a noche, los avances y descubrimientos para poderlos incorporar a las detalladas descripciones del modo en que funciona el psiquismo humano.”

 

En este mismo relato la autora vuelve a destacar la versatilidad del Maestro y, (cito sus palabras) “la energía desbordante de que disponía, capaz de proezas físicas como de cambios extraordinarios en sus tonos emotivos. Una noche daba una charla seria sobre los fundamentos del pensar, que constituían árida filosofía y acto seguido se mofaba de sí mismo por decir cosas tan difíciles de digerir y partía, acarreando una gran bolsa de basura, a cumplir con sus funciones domésticas perdiéndose en el bosque de los antiguos olivos.” (fin de la cita)

 

En Canarias, ese año 1978,  nuevamente Pía comenta los temas de doctrina que allí se desarrollaron con la metodología, esta vez, de charlas magistrales sobre distintos tópicos y charlas informales que incluían los preparativos del  lanzamiento de una nueva etapa organizativa para la formación de cuadros del Movimiento Humanista.

 

En ese lugar y en esos días, se realizaron también algunas ceremonias energéticas como la de Imposición, que ella describe así: “Recibí el impacto de una luminosidad interna excepcional, vibrante, diáfana, conmovedora y alegre, que pude comunicar a varios amigos cercanos mientras fui sintiendo cómo la ola energética crecía en potencia dentro y fuera de mí. Casi como si fuera un mar del que conjuntamente todos formamos parte como una sustancia original, un magma luminoso que nos daba existencia.”

 

En “Seminarios europeos” se pondera la ductilidad de Silo “para regular los gestos, la voz y actitudes en base a quienes tenía delante. Atrevido en España, simpático y alegre en Italia, se tornó casi tímido, cauteloso y suave en Dinamarca, tremendamente respetuoso de las formas de cada lugar.”

 

En el capítulo “En vuelo”, aparece la capacidad de Silo para mimetizarse con los conjuntos y tornarse invisible cuando así lo requerían las circunstancias. Eran situaciones cotidianas, simples, que también evidenciaban, como ella lo señala, “la sabiduría que residía en él y operaba de modo quedo, sin ninguna estridencia”.

 

Cuenta Pía y transcribo: “Jamás dejaron de asombrarme los cambios de roles y la capacidad de mímesis desarrollada por Silo como conductas adaptativas ante situaciones diferentes, su amplia paleta de movimientos, la enorme gama de personajes que era capaz de representar, el manejo de la voz, gestos tan variados y múltiples, una capacidad histriónica que le permitía desplegar modos de expresión de los más diversos. En general era un hombre amable, cordial, de carcajada sonora. Pero en ciertas situaciones era capaz de replegarse haciendo casi desaparecer por completo su personalidad, para pasar totalmente inadvertido.”

 

En “El anfitrión” se describe su calidez y afecto por las personas, cualidades que se corresponden con el principio de la acción válida que aconseja: “tratar a los demás como quieres ser tratado”. Pía lo describe así: “Esa capacidad suya de ser tan hospitalario reducía cualquier resistencia, borraba toda reserva, despertaba una enorme alegría, permitía que afloraran las preguntas más genuinas, daba pie para solicitar abiertamente el esclarecimiento que uno estuviera necesitando, pero sobre todo generaba -al menos en mí- un agradecimiento muy hondo hacia ese sutil destino que había cruzado su existencia con la mía y hacía posible aprender algo de su sabiduría, rozar otras realidades, comprender lo aparentemente incomprensible.”

 

En “Sin límites” transcribe una réplica de Silo donde habla de sí mismo, una circunstancia que no sé si se ha repetido y que finaliza con una apelación al trabajo continuo si uno quiere transformarse a sí mismo. Finaliza con esta afirmación: “La dirección de la conciencia es hacia la integración y hacia el crecimiento permanente. Es hacia el logro de la plenitud interna y el completamiento en el mundo. La conciencia humana no tiene límites.”

 

Hemos eludido entrar en  un análisis formal del discurso que propone Pía Figueroa en este libro, pero vamos a agregar algunas características a las ya expuestas. En la mayoría de los casos el uso del lenguaje es neutro, descriptivo y, como el de Silo, también es directo y coloquial. Temas complejos, como la organización que desarrollamos en el Movimiento Humanista, como otros de carácter filosófico o referidos a la psicología del Nuevo Humanismo, están narrados con una sencillez que los torna fáciles de comprender.

 

Ese modo de presentar la doctrina revela su profunda captación de la enseñanza y hace de este, un libro apropiado para introducirse en el pensamiento de Silo y en la historia viva del Movimiento Humanista.