En el 2008 Islandia se convirtió en el foco de atención para los movimientos sociales progresistas del mundo entero ya que los tres bancos más grandes colapsaron fruto de la crisis del Lehman Brothers Bank en los Estados Unidos. Para sorpresa de los observadores mundiales como de los mismos islandeses, se realizaron manifestaciones frente al Parlamento Islandés con miles de participantes. En pocas semanas había caído el Gobierno y se había ido el director del banco central. Ante la caída del sistema financiero se nacionalizaron estos 3 bancos, de los cuales dos habían sido públicos y con las medidas de liberalización de 2002 y 2003 se convirtieron en voraces entidades especuladoras.

A esto siguió un acto aún más impactante que fue el uso – por primera vez en la historia – de la prerrogativa presidencial de no firmar un decreto ley que habría forzado a los islandeses a pagar los impuestos compensando los ahorros británicos y holandeses por el dinero perdido especulando en estos tres bancos. Ello condujo a un referendum nacional en Marzo de 2010 donde el acuerdo propuesto por el nuevo gobierno no fue aprobado, luego se redactó una segunda propuesta de pago a acreedores que no fue firmado por el presidente y tuvo lugar un segundo referendum donde también fue rechazado el acuerdo.

La crisis condujo al llamado a una asamblea constituyente De modo que se realizaron elecciones para elegir a los 25 miembros que redactaran la nueva constitución. Sin embargo, la Corte Suprema sostuvo que dicho cuerpo colegiado era ilegal. Entonces el Parlamento citó a las mismas 25 personas electas a un panel que elaborara un borrador de constitución que pudiese ser adoptada por el Parlamento.

Hasta aquí llega el conocimiento general que tiene gran parte del mundo exterior. Los activistas hablan sobre el estupendo modelo de Islandia como si fuera un país que botó a un gobierno y encarceló a los banqueros irresponsables. Ello es verdad, pero ¿qué tanto ha cambiado desde entonces?

Pressenza está en Islandia para cubrir la visita del humanista chileno Tomás Hirsch, invitado por el Partido Humanista local a discutir con activistas acerca de la experiencia de desarrollar campañas políticas en otros países, y estamos aprovechando esta oportunidad para actualizarnos sobre la Revolución Islandesa. Sucede que los artículos más leídos de Pressenza en su versión en Inglés son justamente los que dicen relación con Islandia.

Entonces ¿qué pasó con la Constitución? ¿Qué controles fueron implementados para los bancos? ¿Cómo se ha ido desarrollando la democracia real? Estas han sido las preguntas que nos ha interesado responder.

Pero las respuestas no son muy inspiradoras…

El panel de 25 miembros para redactar la Constitución tenían las manos amarradas desde el comienzo por el veredicto de las cortes respecto de su ilegalidad. De modo que el Parlamento, en vez de legalizar el proceso, decidió instruir al panel para que trabajara un borrador que el Parlamento mismo pudiese luego aprobar, rechazar o modificar.

Los resultados fueron descorazonadores. En primer lugar, el panel no produjo propuestas para la regulación de los bancos y los tres nuevos bancos actuales (que reemplazaron a los tres que colapsaron) tienen toda la libertad de hacer exactamente lo mismo que se hizo antes. Ningún islandés con el que hemos hablado cree que los bancos se comportarán a futuro con la misma irresponsabilidad de antes, pero no existen propuestas que regulen sus actividades.

Por otra parte, algunos temas parecen positivos. Por ejemplo, existe un artículo que dice que los recursos naturales pertenecen a la nación.

Pero el punto es que no hay señal alguna por parte del gobierno que muestre la más mínima intención de implementar las propuestas. Pese a que las propuestas fueron sometidas a un referendum nacional y que alrededor de dos tercios de los votantes las aprobaron.

De modo que existe un proceso de redacción de una constitución al que se priva de todo poder vinculante, una constitución que se prepara sin que ataque los asuntos relativos a la crisis financiera ni a los bancos y luego, un gobierno que se niega a adoptar los cambios propuestos!

No estábamos muy preparados para estas respuestas. Imaginábamos una constitución inspiradora, basada en el valor de los derechos humanos, nuevos mecanismos para una democracia real y directa así como controles bancarios, pero la Revolución Islandesa ha fracasado en ello.

Los activistas con los que conversamos están en su gran mayoría desmoralizados y un poco desilusionados, en algunos casos con todo el proceso. Aún hay gente luchando para proteger a las personas más vulnerables de la sociedad usando mecanismos legales disponibles y existe una proliferación de nuevos partidos políticos que se preparan para las elecciones generales de Abril de este año, pero no ha habido ningún cambio estructural.

Sigríður Þorgeirsdóttir, Profesor de filosofía de la Universidad de Islandia, nos explicó que los cambios del sistema han sido cosméticos. Los 4 principales partidos políticos han cambiado a sus líderes pero “el sistema en su conjunto sigue intacto.”

“Lo mejor de ahora es que la corrupción es obvia, pero los políticos tienen muy poca diferencia.”

El Profesor nos explicó que en Islandia el poder real no está en la política, está en manos de las “agencias externas”, las que los humanistas llamamos el Gran Capital. A este respecto, es evidente que Islandia no es diferente al resto del mundo, y tal como las revoluciones que han tenido lugar en Túnez o en Egipto, como los intentos de España y los movimientos sociales como el Occupy Wall Street, la Revolución Islandesa ha quedado bastante corta respecto de los ideales propuestos por sus protagonistas.