La economía capitalista se basa en la «acumulación de riqueza», y esta acumulación está avalada por el concepto de propiedad sobre recursos. Propiedad privada avalada por los Estados y entidades supra-nacionales, aceptada y continuada por los ciudadanos de estos Estados capitalistas. La acumulación de recursos de unos priva a otros de esos mismos recursos aún cuando pudieran necesitarlos para su subsistencia y desarrollo. La acumulación y destino de recursos es un acto de decisión individual, corporativa o estatal pero casi nunca un acto de decisión democrática abierta a la sociedad toda. El manejo de los recursos por tanto se basa en actos que tienen más de dictatoriales que de democráticos, y la propiedad privada que justamente priva a otros de ese recurso sin importar el grado de necesidad es indefectiblemente un concepto violento que se ha aplicado desde la época de los primeros Neandertales a la fecha sin que hayamos hecho otra cosa más que complejizar y tecnificar los métodos, principalmente en favor de un 1% que consigue el equivalente Neandertal al poder del garrote más grande aunque modernizado en instrumentos económicos especulativos. Se suma a esto malas prácticas como corrupción, lobbys, monopolios, guerras e imposición políticas de Estado, y hasta la generación de pre-condiciones para que ciertos eventos caóticos los favorezcan en nuevos y grandes negocios.
No hay casi definición de fronteras en el planeta que no se haya definido por algún método violento. Mientras tanto el análisis pormenorizado del accionar de todas y cada una de las más grandes y poderosas corporaciones y Estados del planeta presenta métodos violentos de acción tendientes a la apropiación de algún recurso o de especulación tendiente a desequilibrar los escenarios para su provecho generando enormes injusticias y violencias. Estas mismas corporaciones y Estados suelen todos tener alguna vinculación con el negocio de las armas y la guerra, y la apropiación de recursos económicos estatales para la guerra, defensa, investigación o reconstrucción.
La cada vez más amplia diferencia de acceso a los recursos habla de una enorme transferencia de poder. Y por supuesto dos de los principales poderes que se nos han quitado a la gran mayoría de personas que habitamos este planeta es el poder de decisión y el poder de acceso a recursos.
Las reglas de juego capitalista, así como su visión más purista, no contempla la distribución de esos recursos acumulados violentamente. Si lo hiciera ya veríamos efectos demostración que no han llegado ni llegarán. Todo se basa en la manipulación, tanto de las reglas de juego como de las políticas de Estado, los Estados mismos y sus políticos, y finalmente de las sociedades en su conjunto.
Y si bien nuevas tendencias políticas vislumbran un interés por la defensa del bien común no aparece aún una abierta discusión de nuevos métodos de decisión y distribución de recursos, y mucho menos de nuevos métodos superadores de la violenta propiedad privada que arrastramos lamentablemente desde nuestros más primitivos días como seres humanos.
Es por esto que no podemos decir que hemos logrado aún abrir un capítulo de la historia verdaderamente humana de la economía donde se pueda hablar de un progreso que sea de todos y para todos, sin ganadores y perdedores, sin mercados especulativos, sin violencia.
No podemos ya más dejar de denunciar a la economía como la más grande y poderosa generadora de violencia a nivel mundial. Y debemos empezar a vernos como ciudadanos atrapados en estas monstruosas violencias, víctimas y victimarios de un sistema que se ha vuelto inhumano y limitador de las mejores aspiraciones de crecimiento y evolución. Esta enorme violencia alcanza a tantos niveles y ámbitos que se ha transformado también en violencia psicológica, sexual, religiosa, moral y por supuesto en violencia física que se expresa a cada minuto en el mundo como un indicador de la desesperante situación de la vida en el planeta. La violencia en la enfermedad que ha contaminado el planeta y está conformando la más grande pandemia jamás vista con posibilidad real de poner en riesgo al conjunto de seres vivos que lo habitamos. Es un hecho que no requiere para su comprobación más que abrir un periódico, ver los noticieros o navegar por Internet. Si miramos a cada hecho de violencia económica, psicológica, sexual, religiosa, moral o física como producto de una enfermedad endémica del ser humano y las sociedades que no estamos sabiendo reconocer y actuar en su tratamiento y solución, podremos entender este visión de la situación actual.
Necesitamos desesperadamente abordar la más grande y amplia discusión del futuro reviendo todo aquello que en el pasado ha generado estas enormes violencias y divisiones que sufrimos en la actualidad, descubriendo la forma de respetar y promover la diversidad y el acceso a los recursos.
La evolución requerirá que los que menos tienen tengan más y los que mucho tienen tengan menos. Requerirá una nueva cultura y una nueva economía del deseo que permita sincronizarnos con el bien común sin caer en dirigismos ni en sistemas unificantes y monolíticos.  La distribución del poder de decisión sobre los recursos y el futuro requiere tomar responsabilidades al participar, entender y decidir, por lo cual cada ser humano necesita de la correspondiente posibilidad de desarrollo intelectual y emocional a través de nuevos métodos, formas, espacios y tiempos. Otro recurso que no nos será dado ni distribuido abierta ni alegremente porque atenta contra los poderes establecidos y sus necesidades de manipulación.
La evolución requerirá revisar la forma en que se ha tomado posesión violenta de todos los recursos existentes así como el destino que como conjunto queremos darles en función de los nuevos horizontes que queramos alcanzar. La evolución requerirá nuevos conceptos de propiedad socializada basados en el uso y la necesidad, superando así la apropiación privada, insolidaria, especulativa y violenta.
Por supuesto que la superación de lo viejo por lo nuevo produce una lucha de poderes, entre quienes buscan defender el viejo y actual orden y quienes deseamos generar un cambio positivo. Pero hay un hecho imposible de no ver, y es que ese uno o diez porciento que detenta el poder y los recursos son una minoría que depende de la colaboración y sometimiento del otro amplio porcentaje de personas que habitamos el planeta y que estamos cada vez menos dispuestos a hacerlo. Claro que son expertos en el juego del «divide y vencerás» y ni que hablar del juego de manipulación de la información para generar bandos y choques que frustren todo intento de avance que comprometa sus intenciones y recursos. El proceso puede tomar muchos años aunque el efecto acelerador de las comunicaciones permitiría acortarlo. Pero quienes han llegado a formar parte de ese diez porciento utilizando métodos violentos no dudarán en redoblar su esfuerzos a través de esos mismos métodos. La evolución avanzará y el tiempo sumado a fuertes intenciones los irá reemplazando, pero no podemos hacerlo sin justamente esfuerzo y fuertes intenciones que elevarán el sentido de los sacrificios asociados.
Promovamos la visión de las distintas formas de violencia como pandemia que requiere acción inmediata, incluyendo la violencia económica.
Promovamos la necesidad de re-ver el origen y validez de la apropiación violenta sobre los recursos que hoy detentan todos los actores sociales con mayor poder de decisión.
Promovamos la necesidad de desarrollar una nueva cultura solidaria y una educación acorde a los nuevos tiempos de promoción de la diversidad, el respeto y la no-violencia.
Promovamos la necesidad de un progreso de todos y para todos, sin seres humanos por debajo de otros.
Promovamos la necesidad de un nuevo concepto de propiedad de uso y necesidad capaz de dar mejor respuesta a la dinámica social y sus mejores aspiraciones no-violentas.
Promovamos la abierta discusión del futuro y la revisión sintetizadora del pasado que permita un salto evolutivo generando un nuevo marco de referencia y aspiraciones.
Evolucionemos!